Comer del sol

Comemos larvas, fetos y embriones. Comemos intestinos, sangre, cualquier cosa que ande, repte, vuele o nade. Por comer, nos comemos hasta nuestros congéneres, vivos o muertos. Que por hambre no sea, oiga.

Nacemos “omnívoros, omnidireccionales y omniscientes”, nada está a salvo de nuestro apetito voraz, ni los libros de “Petete” ni la prensa rosa más recalcitrante, aunque yo soy más clásico, prefiero envolverme los bocadillos con el ABC, absorbe y aguanta mejor la grasa.

Había visto y leído de todo, pero comer del sol, supera mis horizontes, me rompe los esquemas. No me imagino pidiendo un menú Mcmelanoma tamaño familiar y con extras de todo. Se parte de la idea de que el sol es el sustento principal de la vida terrestre y que por tanto, hacedor y transmisor de energía. Claras estas premisas, algunos yoguis, gurús y entusiastas de lo alternativo, dedican parte de su tiempo, en horas puntuales del día, a observar el sol como si de un bufet libre se tratara, aseverando, que se puede llegar a dejar de ingerir alimentos y nutrirse solo a través de la luz del sol.
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Al igual que las plantas transforman la energía fotónica, generada por el astro rey, en energía química a través de la clorofila, el resto de seres vivos lo hacemos a través de otras sustancias, en este caso gracias a la melanina. A estas conclusiones llega el neuro-oftalmólogo Arturo Solís Herrera después de años de investigación y desarrollo aclarando e informando en una de tantas publicaciones que, “…estimamos que la tercera parte de la energía usual que dispone el ser humano, proviene de la melanina, la luz y el agua. Pero esa tercera parte es la energía primordial, es decir, es el equivalente a la energía de activación de las reacciones químicas principales en el organismo; ya que, de acuerdo a resultados terapéuticos -que han resultado extraordinarios- la totalidad de los sistemas se apoyan en ésta de una u otra manera, ó inclusive la requieren para iniciarse y/o sustentarse (la energía química generada por la melanina a partir de la fotónica)”.

Es verdad que el sol ayuda a generar vitamina D con todos los beneficios que ello conlleva, como la fijación del calcio en los huesos que mejora los niveles hormonales ayudando a equilibrar los niveles de serotonina y melatonina; y por lo tanto, ayudando en procesos depresivos y de insomnio. Es verdad, que ver el sol podría ser una disciplina parecida a la meditación con los beneficios constatados a la salud que se reciben por este tipo de prácticas. Es verdad que una birra helada al sol sienta de puta madre y más si la acompañas de una mojama secada al sol acompañada de unos buenos tomates crecidos a base de bien de sol, ¿o no?
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Aquí es donde se inicia el debate y debemos de ser consecuentes si pensamos iniciar un nuevo modo de vida o de alimentación. Hay que verlo más como un complemento que como un reemplazo y más entendiendo, comprendiendo y analizando las experiencias de usuarios de este tema en cuestión. Ojo con las modas y los gurús, no olvidar que el sol es uno de los motivos de ceguera más importantes y que sus rayos pueden ocasionarnos cáncer de piel y otros trastornos. El respiracionaismo o inedia, que es la supuesta habilidad de vivir sin comer, genera también sus primeras muertes, sobre todo, en el público incauto que hace dogma de vida el último documental que cae en sus manos, como es “Vivir de la luz” u otros tantos. Los ayunos y otras prácticas, no son aconsejadas para que de la noche a la mañana te conviertas de la dieta del banquete, habano y copa en mano, a la pureza del ser y el despertar de conciencia, alimentando tu cuerpazo serrano a base de rayos solares.

Photo: Javier Lobato y Eat the Sun.


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