¿Quieres adelgazar, gozar de mejor salud y sentirte más fuerte? Duerme en una cueva, sobre una roca bien dura y lo más cerca del fuego tribal que puedas. Muévete sin descanso y evita a los depredadores. Viste con las pieles de los animales que caces. Aparéate con algún neandertal. Y, sobre todo, come como nuestros antepasados del Paleolítico superior, ese periodo prehistórico que los expertos dan por terminado hacia el 12.000 a. C.
En el loco mundo de los regímenes milagrosos, no mucho más rigurosos que la castiza “dieta del cucurucho”, ha hecho fortuna la “dieta paleolítica”, la última chorrada para ultramodernos que olvidan que nuestros semejantes de aquellos tiempos rara vez superaban los 35 años de vida, aunque al menos morían con una dentadura prodigiosa y resplandeciente, como atestiguan los fósiles.
Proliferan los libros que defienden esta nueva pero viejísima forma de alimentarse y abundan los gurús que la consideran la más saludable a la par que abominan de nuestra comida moderna, atiborrada de sustancias nocivas, alimentos procesados, grasas trans y azúcar, causantes principales de muchos de nuestros males físicos (¡y mentales!): cáncer, diabetes, cardiopatías, párkinson, depresión, alzheimer, infertilidad…
Para seguir los pasos de nuestros sanos ancestros cazadores-recolectores, felices ignorantes del colesterol, debemos consumir frutas y vegetales, carnes magras y mariscos, nueces y semillas y, en general, ponernos ciegos de proteína vegetal y animal. Por supuesto, nada de alcohol, ni de dulces, ni de fritos, que no se estilaban en la era de los mamuts. También hay que huir de los lácteos y los cereales.
La teoría que sustenta la dieta del paleolítico defiende que nuestros genes no han cambiado significativamente en los últimos miles de años, y añade que nuestro genoma se convirtió en lo que hoy es cuando el homo sapiens se nutría de lo que cazaba y recolectaba: es decir, fruta, verdura, carnes y pescado, alimentos frescos que obtenía tras moverse incansablemente. El abandono de esa alimentación sería la razón de que hoy surjan tantas intolerancias alimentarias.
¿Te animas a probarla?
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