Grupos de consumo: tú lo produces, yo me lo como

Cada vez son más los que se preocupan por lo que compran, por el origen de los alimentos que llegan a la mesa. En España esta tendencia también ha desarrollado una apuesta por una forma de consumo alternativa, en busca de alimentos ecológicos o “bio”. Pero ¿bio? ¿Qué es eso de alimentación “bio”?

De primeras, no podemos negarnos ante las evidencias. “Somos los primeros productores (ecológicos) de la UE y los sextos a nivel mundial. Estamos ya cerca de los dos millones de hectáreas”, nos comentan desde Biocultura, donde recalcan que “la asignatura pendiente es el consumo interno, para lo que se espera un “boom” muy fuerte en los próximos años».
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Los organizadores de Biocultura, que el pasado año celebró su XXX edición, lo tienen claro cuando afirman que “la verdadera democracia no está en las urnas, sino en la vida cotidiana. Dime qué votas cada vez que compras y/o cada vez que dejas de comprar algo”. Que en cuestiones de alimentación, también todo es política y economía.

Muestra de ello es que hemos regresado a lo que algunos ya llaman la economía de la confianza en la que los consumidores quieren saber de dónde proceden los alimentos y productos que consumen, quién los ha hecho, cómo… Se crea así un nexo de unión entre el productor y el consumidor. Esta clase de “economía de la confianza” es la que nos hace confiar en el ‘car sharing’ para compartir viajes, o en los grupos de consumo, un fenómeno socioeconómico que cada vez puebla más barrios.

Olivier Quero, de Yocomprosano.es, entidad que actualmente coordina a más de 50 grupos de consumo en España, apunta alto: “Más allá de la alimentación ecológica, nosotros defendemos un consumo de productos locales de temporada. Esto incluye, por supuesto, métodos de cultivo ecológicos -con sello- pero también métodos artesanales -cultivo limpio-. Garantía de origen, sabor y desarrollo local son nuestras armas principales”.
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Y, como venimos diciendo, si en esto de la alimentación la política también está presente, no hay más que seguir charlando con Olivier: “La alimentación ecológica es sinónimo de cuidado del medio ambiente y de salud, pero el consumo de productos locales en circuito corto añade, además, contacto con el productor, productos cosechados en su punto de maduración óptimo y una mayor equidad social, lo que supone un mejor reparto de riqueza entre consumidor y productor. Defendemos una agricultura sostenible que promueve un modelo de agricultura que premia la proximidad, la calidad, la transparencia y las relaciones entre productores y consumidores.”

En este sentido, sus principios se localizan en el centro de esta economía de la confianza: “Es, por supuesto, la solución pero exige formación, concienciación, responsabilidad, conocimiento y son cambios lentos, tanto por parte del consumidor como por parte del productor”, recalca Quero.
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La dinámica es sencilla. Los productores hacen llegar los alimentos a un local donde, una vez a la semana, aquellos que forman parte del grupo de consumo acuden para recoger su lista de la compra. Verduras, hortalizas o frutas, todas ellas directamente recogidas de la tierra, esperan a sus consumidores que van llegando y recogiendo lo solicitado previamente. “Se organiza un mercado efímero de unas horas que se convierte en un momento de intercambio y relaciones entre consumidores y productores que contribuye a crear esta relación de confianza tan necesaria”, cuenta Olivier Quero.

Tres kilos de patatas, uno de peras, dos de calabacines, cuatro kilos de pimientos y tres lechugas. Listo para cocinar. De la huerta a casa. Pero no sólo eso, como nos cuenta Olivier, “también tenemos los clásicos en productos elaborados con los quesos, empanadas, miel, pan y pastelería, huevos, carne…”, una oferta más que completa de productos ecológicos. Y además, estos grupos van más allá, organizando jornadas, charlas, talleres o actividades que fomenten, no sólo este tipo de producción ecológica, sino también la necesidad de un consumo responsable.

En estos grupos, el perfil es el de consumidor “bio”, “sobre todo padres y madres con hijos pequeños que quieren “invertir” en salud. Personas que quieren cuidar al planeta. Personas que han pasado de las ideas a la acción. Gente que quiere mantener los tejidos rurales vivos”, nos comenta Cristina Diago, de Biocultura.
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¿Son más caros los productos ecológicos? Sí. “En parte les damos la razón porque la diferencia entre productos ecológicos y convencionales es muy alto en España (más alto que el nivel europeo), pero también les decimos que si la demanda aumenta y se estabiliza, se abaratarán”. Por ello, la sensibilización sobre los beneficios asociados al consumo de productos libres de pesticidas y modificaciones genéticas es clave.

A ello se suma que los precios baratos esconden “costes ocultos que no se etiquetan y que terminamos pagando, como enfermedades, deforestación, sobreexplotación, pérdida de biodiversidad, contaminación, o condiciones laborales miserables”. Razones no nos faltan para consumir responsablemente.

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Grupos de consumo: tú lo produces, yo me lo como

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