La isla de Pico es una de las islas más atractivas del archipiélago de las Azores. El pico es un volcán extinguido, que ocupa el centro de esta Isla Montaña, de clima suave, donde el sol luce de manera intermitente, alternando con la lluvia y rachas de fuertes vientos.
Como en otras islas volcánicas, tales como en La Palma del archipiélago canario, los habitantes de Pico cultivan sus viñedos en tierras sobre roca basáltica, ricas en minerales, que allí llaman»currais», protegidas de los vientos con muros de piedra construidos por los «picarotos» (nativos de Pico), que han ido creando un paisaje de pequeños huertos de color negro, considerados por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad.
Hay «currais», en las afueras de Madalena, la capital, a lo largo de Areia Larga, que llegan hasta el monte de Pocinho, así como entre Cabrito y Cachorro, donde se encuentran las bodegas de los antiguos señoríos, reconvertidas en la Cooperativa de Madalena y que recogen hasta cuatrocientas mil toneladas de uva al año. En todos ellos, el salitre del mar aporta un toque especial a los múltiples aromas de las uvas que darán carácter al vino de Isla de Pico.
Este paisaje costero tiene el color de la lava: viñedos, casas, piedras y caminos parecen confundirse, si no fuera por el rojo de puertas y ventanas.
Todavía quedan «rilheras», los surcos que iban dejando las ruedas de los carros de bueyes sobre la lava negra, cargados de uvas o de barriles, en los pequeños puertos de descarga y las»rola-pipas», las pendientes que facilitaban el desplazamiento de las pipas hasta los barcos.
Verdelho es la variedad que predomina en Pico, pero Lajido lleva también cepas de Arinto y Terrantez, plantadas aquí desde hace más de cuatro siglos. El resultado es un vino seco y oloroso que, semejante a los vinos de otras islas volcánicas, destaca por su calidad y originalidad. Vino que marida muy bien con los postres, pero también vino de aperitivo y vino de misa.
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