Viaje a la Barcelona de siempre

Mollejas con Alubias en Can Vilaró

Hay una Barcelona gastronómica de tabernas, casas de comidas y bodegas de barrio a la que los no barceloneses nos asomamos con dificultad. Es una Barcelona que huele al detective Carvalho y a Vázquez Montalbán, que a mí me recuerda al Mendoza de «El Misterio de la Cripta Embrujada» (que aprovecho para reivindicar) o a determinado cine de los 80, pero a la que, si te has asomado a la ciudad en los últimos 20 años, no es fácil acceder llegando desde fuera si no se pone cierto empeño.

Hablo de esa Barcelona de diario, de menú, de bodegas que llevan ahí desde siempre, al margen de la homogeneización de las ramblas. Esa Barcelona de clientela habitual, precios contenidos y cocina barcelonesa. Sí, cocina barcelonesa de siempre, si se me permite la obviedad. Porque, siendo Barcelona como es una de las capitales gastronómicas de Europa, es fácil que cuando la visites acabes en alguno de los fantásticos restaurantes actuales de la ciudad, con estrella o no, que te dejes seducir por el movimiento de los ‘Bistronomics’ o por ese vermuteo puesto al día que también tiene su cosa, para qué lo vamos a negar, y la cocina de siempre de la ciudad se te acabe quedando a un lado.

la barcelona de siempre

Trixat en Can Vilar

Pero si quieres bucear un poco más, escarbar en la superficie, enterarte de qué se cuece (literalmente) en Barcelona tendrás que preguntar. Seguramente te irás apartando del centro más turístico en dirección a la Barceloneta, a Sants, al Poble Sec o a Gràcia, te irás asomando a locales que en algún caso te harán dudar ¿Seguro que es aquí? Y, sí, créeme, seguramente será allí.

No son los locales con más encanto, seguramente tampoco los más cómodos y es posible, además, que la oferta gastronómica sea limitada. Pero si se elige bien serán platos, por pocos que sean, contrastados por años de experiencia, por una clientela exigente que no está dispuesta a que se juegue con el dinero que tiene pensado gastarse en el menú. Hablo de bodegas históricas, añejas incluso, como la Bodega d’en Rafel (Manso, 52), donde sirven unos caracoles soberbios y un fricandó también interesante en un ambiente sin una sola concesión a la modernización y a un paso del Mercat de Sant Antoni. El vermú, por supuesto, en vaso de tubo.

Un salto hasta Gràcia, concretamente hasta el 23 del Carrer Vic, para hacer parada en la Bodega Quimet (no confundir con Quimet y Quimet, junto al Paralelo, que también está bien, aunque es mucho más conocida por los foráneos), uno de esos sitios en los que es más que probable que te toquee esperar de pie en la barra si te apetece acabar en una mesa. Y, si te fías de mí, vale la pena. Mientras esperas, tal vez un vermú acompañado de una de sus míticas banderillas, en las que la aceituna va rellena de chorizo de León, sea una buena opción. Ya en la mesa, desde ensaladilla o papas con mojo al surtido de la casa, perfecto para acompañar una cervecita con su selección de conservas de navajas, berberechos, atún y encurtidos o algo más elaborado, como el tomate escaldado con tartar de bacalao y olivada. Los precios sólo pasarán de los 20€ por persona si te empeñas en beber mucho o comes como un auténtico campeón.

la barcelona de siempre

Banderillas y vermú en la Bodega Quimet

Salto ahora a Sants, hasta la Bodega Montferry (C/ Violant d’Hongria, 105) para encontrarnos con una de esas bodegas de siempre, aunque readaptada. Pero que no cunda el pánico, no hablamos de una modernización del modelo para atraer a quien no le gustan las tabernas. Es, simplemente, un cambio de gerencia, el traspaso de poderes a un grupo de jóvenes amantes del bodegueo que han respetado el espíritu original y han aportado algún toque que no cambia su esencia. Pienso, por ejemplo, en la selección de cervezas artesanas. En la carta siguen mandando el cap i pota, soberbio, las bravas, el fricandó y ese tipo de cosas. Y se están haciendo una fama como su bocadillo del día: de bacalao con pimientos fritos, de butifarras, sobrasada con miel o lo que se les pase cada mañana por la cabeza. Vale la pena preguntar.

Ultimo salto, de vuelta a Sant Antoni, para acabar en Can Vilaró (C/ Comte Borrell, 61), una casa de comidas frente al mercado que, por precios y oferta parece sacada de otra época. Trato amable y casero, como la carta, en la que aparte de la extensa selección de especialidades hay siempre alguna sugerencia del día. A mí me tocó costilla guisada con patatas, que acompañó al cap i pota (que no falte), a los callos, al bacalla amb samfaina, a un estupendo trinxat y al que para mí fue el plato del día, uno de esos que justifican por si solos la visita: unas mollejas con alubias de quitar el sentido. Otro de esos lugares, además, en los que sólo si te empeñas conseguirás pagar más de 15€ por persona.

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Mollejas con Alubias en Can Vilaró

Barcelona tiene muchos atractivos gastronómicos: mercados, restaurantes de cocina contemporánea para todos los bolsillos, una excelente oferta de cocinas del mundo, tiendas de productos llegados de México, de Asia, de la India, una muy buena selección de lugares para tapear. Y no seré yo quien trate de descubrir algo que, sin duda, los barceloneses conocen más y mejor. Pero cada vez estoy más convencido de que una de las joyas es, además, uno de sus atractivos menos conocidos fuera y reside en esa cocina de siempre, discreta, sin agencias de comunicación de por medio, sin inauguraciones y eventos que se esconde en los barrios y en la que tengo toda la intención de seguir buceando en cuanto tenga ocasión.

Al preparar este artículo se nos ha hecho la boca agua con:

Viaje a la Barcelona de siempre

Bodega Montferry

Carrer De Violant d'Hongria Reina d'Aragó 105, Barcelona 931629636 / bodegamontferry@gmail.com Página de Facebook

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