Tras las huellas de los vinos atlánticos

El mundo del vino está lleno de tópicos. Te dicen que muy al norte los viñedos tienen menos horas de sol y eso se refleja en el vino, aunque luego piensas en La Rioja Alavesa o en El Bierzo y empiezas a dudar. Aunque, bueno, puede que se refiera a ese Norte periférico, azotado por los temporales del mar. Pero es entonces cuando recuerdas los vinhos verdes portugueses, los Rías Baixas o el Txacolí. Y tampoco te encajan las cosas.

Hay otro tópico que dice que las zonas norteñas y costeras pueden dar excelentes blancos, como los ya mencionados, pero no tintos. Y entonces te acuerdas de esos tintos atlánticos que se están poniendo de moda en Galicia y, buceando un poco en la historia, te encuentras con el poema que Ramón Cabanillas escribió a principios del S.XX sobre el vino espadeiro, roxo e quente sangue do corazón da nosa terra. Para ser una moda reciente, sorprende encontrarlo citado ya en 1917 como algo característico.

Será que los tópicos no encajan con el mundo del vino, como en general con el de la gastronomía. Será que hay que mirar las cosas desde un punto de vista más abierto, tomar en cuenta esas ideas preconcebidas como conceptos generales que cuentan con abundantes –y muy interesantes- experiencias y dejarse llevar por la curiosidad.
Vinos-Eidos
Porque seguramente es ahí, en ese terreno que se sale de lo establecido, donde están pasando cosas más interesantes y donde la historia, aquella historia de producciones hoy casi abandonadas, demuestra todo su potencial. El tópico quiere que los grandes vinos gallegos sean los de interior (con excepción de una parte de los Rías Baixas) y mayoritariamente blancos jóvenes. Hoy los tintos de interior han puesto ya de manifiesto todo su potencial en zonas como Ribeira Sacra y Valdeorras, pero también los tintos atlánticos recuperados se han ido ganando un hueco en el mercado. Y los blancos van mostrando su potencial en elaboraciones con fermentaciones sobre lías, en envejecimientos prolongados, etc.

VINOS OLVIDADOS
Hoy nos dicen que es difícil encontrar vinos de calidad al norte de Santiago de Compostela o de la Ribeira Sacra. Pero ahí están los Vinos de la Tierra de Betanzos, a un paso de A Coruña, o las referencias medievales al excelente vino de Viveiro, en la costa de Lugo. Y más allá, en las montañas asturianas o en Liébana, en Cantabria, lo que encontramos es más de lo mismo, terreno para dejar volar la imaginación y acabar con las restricciones preestablecidas.

Por eso nos lanzamos a la carretera, buscando esas viñas que están donde el tópico dice que no deberían estar, localizando cepas centenarias y diferentes modos de cultivo. Porque el mundo del vino va mucho más allá de la copa, porque en esas historias menos conocidas salta, en ocasiones la sorpresa. Y porque el recorrido vale, por si mismo, la pena.

Arrancamos en Sanxenxo, en el corazón turístico de la Ría de Pontevedra, subiendo un poco por la ladera, sin perder de vista el mar. Allí, en la aldea de Padriñan, con vistas ya hacia las dos rías (Pontevedra y Arousa) se levantó en el año 200 la Bodega Eidos, aunque muchas de sus parcelas contaban ya con cepas viejas, de las que llevan toda la vida cultivándose en esa zona. Desde la terraza de la bodega, por encima de los viñedos, se ve el casco de Sanxenxo y, tras él, la entrada de la Ría, las islas de Ons y las Cíes. Aquí, en laderas orientadas hacia el sur, hacia los temporales de invierno, se producen vinos muy interesante que hacen que te replantées todas esas ideas preconcebidas que traías contigo.
Leirana-F-Genoveva
Unos kilómetros más al este, también en la Ría de Pontevedra, la bodega Forjas do Salnés se ha convertido en una de las referencias más interesantes del mundo del vino gallego en los últimos años. Algunas de sus fincas están, literalmente, encima de la orilla. Otras, algo más alejadas, guardan auténticos tesoros. Es el caso de la Finca Genoveva, de donde sale el vino homónimo, una de las joyas de la bodega, y en la que cepas casi centenarias siguen en plena producción.

VINOS AL NORTE DEL NORTE
En la Península de Abanqueiro, en el corazón de la Ría de Arousa, encontramos viñedos históricos al norte de Rías Baixas. El tópico quiere que aquí la falta de sol de lugar a vinos ácidos y a producciones escasas. Sin embargos, bodegas como Xirpín, que toma su nombre del Monte do Xirpín (o do Serpín) demuestran lo contrario. Pequeñas parcelas con parras cuyo aspecto pone en evidencia su antigüedad. Lo del vino aquí no es cosa de anteayer. Aquí se emparra en alto, para que la humedad del suelo no pudra la uva, pero todo lo bajo que se puede, para aprovechar el calor residual de la tierra. Son parras de apenas un metro, que convierten la vendimia en una tortura para los riñones, pero que consiguen imponerse a la teórica falta de sol. Las cepas, con más de un siglo de antigüedad en algunos casos, se retuercen sobre los pilares de granito y siguen produciendo con hace décadas.

Podríamos seguir el recorrido por las plantaciones de uva tinta en la Ría de Noia, territorio desconocido para este tipo de viñas en el que, sin embargo, se están logrando cosas muy interesantes. Podríamos, incluso, adentrarnos en el corazón de Arousa buscando los pequeños viñedos de A Illa de Arousa, batidos por todos los vientos del mar. Podríamos subir por las laderas del Monte Xiabre, del Muralla o de la Serra do Barbanza, subir por el valle del Ulla adentrándonos hacia el corazón de Galicia. Y en todos encontraríamos una producción ancestral que se empeña en negar los tópicos.

Lo mejor, si queremos viajar al corazón de los vinos atlánticos, es traer los ojos bien abiertos, visitar los clásicos, esos lugares que sí que responden al tópico; disfrutar de algunos de los grandísimos vinos de la D.O. Rías Baixas. Y luego ir más allá. Una vez comenzado el viaje sólo queda dejarse llevar. Tintos a la orilla del mar, blancos al norte del norte, variedades autóctonas recuperadas. Y todo en un lugar donde la razón te dice que no debería estar pasando lo que pase antes tus ojos o por tu copa. Razón de más para seguir curioseando.

Photo: Jorge Guitián

Al preparar este artículo se nos ha hecho la boca agua con:

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