Es viernes al mediodía. Quizás no hace todo el sol que debería, pero es más del que ha lucido en las últimas semanas, no tienes trabajo hasta el lunes –o haces ver que no lo tienes, le has prometido un artículo al señor editor de Comida’s- y cual obrero fabril de segunda mitad de XIX, estás dispuesta a tomar las calles.
El escenario es el Raval, un lugar a partes iguales satanizado y mitificado. Primer lugar de acogida de los recién llegados, paraíso de los hipsters, núcleo fuera murallas, al Raval los solares lo motean como una caries urbanística, a la espera de que en ellos se edifique una muela de oro o se profundice el hoyo de la miseria ciudadana. En uno de estos pequeños agujeros, frente a Plaça dels Àngels, he encontrado algo distinto. Gente de toda edad y condición cubre la grieta. Algunos hacen cola frente a dos mesitas: pequeños tenderetes en los que algo se cocina. Es un aperitivo de Eat Street, un festival dedicado a la comida callejera que tendrá lugar el próximo 12 de abril. Más allá, una barra de cervezas.
La otra mitad de la zanja –perdón, del solar- la ocupa una asociación de arquitectos que explica algo muy espeso e interesante sobre reciclaje de materiales, pero a ti los ojitos se te van al vicio, a la droguita buena, que son las dos y media y aún no has comido. Dale, pues: comienza con los buns al vapor del Mosquito, inspiración asiática, pan ligero como la temperatura de la tarde sobre pato chino –luego te contará un amigo que se les han acabado-, verdurita, y salsita. Te comes uno cuando podrías zamparte tres con la misma alegría, pero aquí has venido a jugar, y avanzas al siguiente puesto.
Sahten, se llama, y propone fusión sirio-mexicana. Enarcas la ceja, pero eh, relájate: la comida callejera es el chucho de la gastronomía, lo que comen los lavaplatos de los grandes restaurantes y los emigrantes que han construido la ciudad, los que van arriba y abajo a trabajar sin pausa a mediodía, y los que no tienen pausa para el mantel. Pero aquí, dados a los horarios inconciliables, por alguna razón (bueno, y por monolíticas ordenanzas municipales) parece confinada a ferias callejeras, mercadillos navideñomedievales, venerables churrerías y poco más. En el Eatwith versión senior podrás probarla griega, italiana, india, argelina, argentina, colombiana… Y mestiza, como hoy, como la comen millones de personas en calles de todo el mundo. Así que aunque tu país parece no creer en la comida callejera, a ti te da lo mismo porque eres agnóstico: si está buena, te la comes…Muerdes el burrito, pliego inestable de tortilla, aguacate, carne y ensalada de berenjena –especias, muchas especias, la ruta de la seda hace escala aquí- y chhhhhhhhhoooooof, plaf, chuffff, ya te has manchado, campeona. Bah, sabes que no es comida callejera de verdad si no te manchas. Haciendo malabares con el burrito-mandoble, robas un par de servilletas de papel, te lames los dedos blasfemando sobre el altar del dios de la higiene y de algún modo inexplicable lograr sacar del bolsillo las monedas necesarias para pillarte una cervecica artesana. Las de hoy son de Edge Brewing, nuevos en plaza, y escanciadores oficiales del festejo. Brown ale para dentro: volumen, cuerpo, color y en un par de tragos has cruzado el Rubicón entre la plena sobriedad y el inicio del fin del semana. La calle es tuya.
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