Street Food Ibérico

Nos encantan los foodtrucks, comer hotdogs o falafel en un puesto callejero, los kebabs (confiesa: tú también caes de vez en cuando en la tentación) y, cuando vamos a algunas ciudades del norte de Europa nos volvemos locos por una crepe rellena de casi cualquier cosa, un pretzel, un bagel o un gofre. Y sí, nos gustan también esas furgonetas de venta callejera, esas cocinas portátiles que cada vez estudian más una estética cuidadamente retro y que nos acercan en los últimos tiempos una tendencia muy asentada al otro lado del Atlántico.

Nos gusta la comida de calle. Incluso cuando la etiqueta sirve para vendernos platos de restaurante en una feria o en plena acera. Tanto nos gusta que más allá de lo que hoy etiquetamos con street food, aquí somos los reyes de la tapa. Y aun diría más: de esa tapa que se puede tomar de pie, acodado en una barra, o de manera rápida en una terraza. La tapa ha sido siempre nuestro mejor exponente del street food, de eso que no es ni comida casera ni comida de restaurante, de ese bocado rápido, informal, que tapa un hueco en el estómago o acompaña una charla con amigos.

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Pero dejemos las tapas a un lado por hoy porque aquí, en la Península Ibérica, tenemos muchas otras modalidades de comida callejera, bocados que se venden en furgonetas, en pequeños puestos más o menos improvisados y que desde siempre, aunque a veces lo olvidemos, nos han ido definiendo gastronómicamente. Porque además de la vanguardia culinaria, de la comida de mesa y mantel y de los platos de nuestra madre la cocina española es también ese cartucho de papel relleno de cosas que nos han alegrado más de una madrugada, es el bocado rápido en la fiesta del pueblo o el desayuno del fin de semana, tomado al sol o mordisqueado de manera furtiva en el camino de la tienda a casa.

Así que hoy quiero reivindicar nuestra comida callejera, nuestro street food anterior incluso a que el término anglosajón se pusiera de moda a este lado de los Pirineos. Y para ello nada mejor que hacer una lista con los mejores bocados de calle probados aquí y allá, en el Atlántico y en el Mediterráneo, del norte al sur por España y Portugal.

Por no empezar por lo que me toca más de cerca comencemos por el Sur, por las freidurías de las ciudades costeras andaluzas, por esos cartuchos de pescadito frito que se pueden disfrutar en una terraza en Cádiz, donde la fritura es casi un emblema, o llevar para casa tratando de no dar el primer bocado hasta dejarlo en la cocina (no siempre se consigue).

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O siguiendo con el mundo de los fritos, por qué no reivindicar ese otro producto que podría merecer una ruta para si sólo: los
churros
, porras, jeringos, tejeringos, churros de papa
… de Sevilla a Coruña pasando, por supuesto, por Madrid o Málaga han alegrado infinidad de mañanas y más de una noche que se prolongó hasta el alba. En cada zona tienen sus características y su nomenclatura, pero cuando la fritura es buena y están recién salidos del fuego son algo realmente serio.

Ya que los churros nos han llevado a pasar por Madrid detengámonos aquí un momento para hablar de algo tan castizo como la casquería. Entresijos, gallinejas… todo un vocabulario de comida humilde, de comer rápido en la barra o llevar para casa que poco a poco va desapareciendo pero que todavía pervive en algunos de los rincones con más solera de la capital y que habría que relacionar con las madejas y demás productos de esa familia que podemos encontrar por Aragón, La Rioja, Cuenca y algunas otras provincias.

En Galicia el rey es el pulpo, al que ya le hemos dedicado una ruta. Por supuesto que hay restaurantes especializados en este cefalópodo, pero muchos sostienen que el mejor es el que se toma en los puestos que las pulpeiras montan en las calles de algunas ciudades (Ourense y O Carballiño se llevan la palma, pero cada vez es más fácil encontrarlas en otros sitios: A Coruña, Santiago, Vigo, Melide, etc.) y en cualquier fiesta o romería que se precie.

Y ya que de romería estamos, tendremos que hablar de las patatas asadas de las fiestas andaluzas, rellenas con casi cualquier cosa que le pase por la imaginación al vendedor. Continuamos en Andalucía, probablemente el territorio con mayor diversidad de comida callejera, para hablar de serranitos, el bocadillo emblemático de Sevilla y de camperos, que podemos entender como su pariente malagueño. Aunque mejor dejamos los bocadillo a un lado, porque tendríamos que meternos a hablar de los bocatas de calamares de Madrid y a partir de ahí de tantos otros que alargarían en exceso este texto. O de los cherigans de Almería, a medio camino entre tosta y tapa. Y de ahí saltaríamos a marineros y marineras murcianos y volveríamos a desviarnos del tema.

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Murcia y sus pasteles de carne han sido ya analizados en Comida’s, así que no nos detendremos más en ellos antes de dar el salto a Portugal y empezar, de sur a norte, con los bocadillos de choco tradicionales del puerto de Setúbal, la gran ciudad portuaria al sur de Lisboa. Ya en la capital lo suyo es tomarse un pastel de nata y, ya que de probar cosas en la calle hablamos, tal vez luego convendría acercarse a uno de esos mostradores que apenas son un hueco en una pared para rematar con un ginjinha, el tradicional licor de guindas.

En Oporto lo suyo es explorar el mundo de la francesinha, ese sándwich local que te hará dudar si es una aberración gastronómica o una delicia barroca: carne, embutidos, queso, capas de pan, salsa especial… En la ciudad se vuelven locos con ellos, hacen rankings y cada uno tiene su local favorito para ir a probarlos. Desde mi posición de aficionado con no demasiada experiencia sólo puedo decir que vale la pena probarlos.

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Aún más al norte, en Tras-Os-Montes, el pastel de Chaves, ese pariente portugués del pastel de carne murciano, nos permite continuar nuestro itinerario por la cocina de comer en la calle, que podríamos completar con una especialidad llegada de Madeira pero que va ganando adeptos en todo Portugal: el bolo do caco, un pan de maíz que suele servirse tostado en mantequilla caliente (con o sin hierbas) y que a veces se rellena con embutidos, lo que lo relacionaría con los bollos preñaus asturianos.

Podríamos seguir. Nos dejamos fuera multitud de especialidades y apenas entramos en el mundo dulce. Rosquillas, buñuelos y masas fritas darían para otro texto al menos igual de largo, así que mejor dejar aquí el asunto, una vez que hemos abierto el apetito y que hemos recorrido la Península, de punta a punta, en busca de nuestro street food de siempre.

Al preparar este artículo se nos ha hecho la boca agua con:

Street Food Ibérico

Freiduría Las Flores

Plaza Topete, 4 11001 Cádiz

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