Los expertos gastronómicos siempre han dicho que el hecho de sentarse a comer en un restaurante tiene su liturgia y su ritual que debe servir para alimentar no sólo al cuerpo sino también al alma. Sentarnos tranquilamente a degustar una buena comida no diré que tenga que ser un acto íntimo pero sí es algo que, en los apresurados y caóticos tiempos que vivimos, es algo que estamos perdiendo.
Fieles a esta línea de pensamiento, el desaparecido Restaurante Eva, en Beverly Boulevard en Los Ángeles, y Bedivere en el Líbano ofrecían y ofrecen a sus comensales un cinco y un diez por ciento de descuento respectivamente si no se utilizaba el teléfono móvil durante la comida y se dejaba en una caja a la entrada del salón.
Pero como no es cuestión de quedarse sin clientes (y si no que se lo digan al dueño del Eva angelino), pues lo que toca es aceptar que nuestro comensal lleve encima su smartphone…, pero mucho ojito con el uso que le damos a esas máquinas diabólicas. En Nueva York están que trinan porque ahora al personal le ha dado por hacer fotos de los platos. Según el chef David Bouley las fotografías en la mesa «trastornan totalmente el ambiente». «Es imposible disfrutar de la comida o del desarrollo de una conversación con los flashes yendo de una punta a otra de los salones”.
Pero no todos los chefs son tan tolerantes como Bouley. En el restaurante Momofuku Ko no está permitido sacar fotos de los platos de comida. David Chang, el chef estrella de este restaurante, prohíbe que los comensales inmortalicen su famoso foie. En otros restaurantes de la gran manzana se ha establecido una norma contra el uso del flash. Esto sucede en locales de alta gama como Per SE, Le Bernardin y Fat Duck. Vamos a ver lo que tarda en llegar esta moda a nuestro país.
Esta pequeña polémica recuerda a otra que se planteó hace años en los Estados Unidos cuando la gente fotografiaba los platos de la carta de los restaurantes y algunos de ellos prohibieron la entrada de cámaras en los locales, como fue el caso del Restaurante Rogue 24 en Washington DC, aunque seis años más tarde revocó esa orden.
En estos tiempos que corren la adicción al móvil en los locales de comidas ha llevado a algunos clientes a pedir que les sitúen en las mesas más cercanas a enchufes para poder cargar la batería de sus teléfonos en caso de quedarse sin ella, o por ejemplo, exigir que el restaurante tenga conexión Wi-Fi y cobertura para poder recibir y realizar llamadas.
En el otro extremo del hilo, la agencia de publicidad brasileña Fischer & Friends hizo una campaña llamada “Offline Glass” (vaso desconectado), que obligaba a los consumidores a colocar su teléfono móvil sobre la mesa al llegar al bar donde las bebidas eran servidas en un vaso que tenía una hendidura en la base para estabilizarlo. Si se retiraba el celular de la mesa, la cerveza se derramaría sobre el dispositivo. Tampoco es eso, ¿no?
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