El ramen parece haberse puesto de moda, pero no sólo como “sopa instantánea”, tal como se popularizó de la mano de Momofuku Ando. La historia de la sopa ramen es complicada entre otras cosas porque el éxito tiene muchos padres y, sin duda, el ramen ha sido un éxito no sólo en Japón, sino en todos los países a los que se ha exportado esta tradicional sopa de fideos china. Porque todos parecen estar de acuerdo en el lugar de su origen, China, aunque algunos matizan fijando el origen en las islas de Ryuku, la mayor de las cuales es Okinawa. Estas islas pertenecieron a China antes que a Japón, pero en un período anterior habían sido independientes.
La Okinawa soba era la sopa tradicional (con fideos bien redondos o bien planos) y algunos sospechan que es el verdadero origen de la sopa ramen. En cualquier caso, parece seguro que después de la Segunda Guerra Mundial saltó de Okinawa a todo el Japón y allí se popularizó y recibió su nombre, ramen, que ha dado lugar a una serie de interpretaciones eruditas en la que no voy a entrar (entre otras cosas porque mi conocimiento del chino y del japonés es nulo y hablar sobre este asunto nos aguaría la sopa). Resumiendo, podéis meter baza en cualquier conversación diciendo que el ramen es la versión nipona de una tradicional sopa de fideos chinos; pero si queréis impresionar, seguid leyendo.
La cosa empezó en la isla de Hokkaido: allí se hizo popular el Sapporo ramen. Sapporo es una ciudad populosa que conoceréis si sois aficionados a los deportes de la nieve, pues allí se celebraron los Juegos Olímpicos de Invierno de 1972 (los de verano fueron en Munich, y quizás no estaría de más un menú olímpico: Sapporo ramen con cerveza bávara). Pero fue Momofuku Ando quien más contribuyó a la popularización de la sopa, pues en agosto de 1958 lanzó el ramen de pollo (chicken ramen), sopa instantánea que venía como anillo al dedo en un país en que la industrialización propiciada por los vencedores de la guerra provocaba drásticos cambios culturales.
Los trabajadores, desplazados a gran distancia de sus hogares, necesitaban comida rápida y barata. Si me lo permitís, lo explicaré al modo darwinista: el ramen tuvo que evolucionar para adaptarse a las nuevas necesidades: se cambiaron los modos de cocción de los fideos, aparecieron nuevos ingredientes, diferentes acompañamientos… Esto hizo que el ramen se plegase plenamente al paladar japonés y pasase a ser un plato característico de la cultura nipona. Tanto que hasta tiene su museo, el de la ciudad de Yokohama, inaugurado en 1994; pero para esa fecha, pasado el primer impacto de la industrialización, la elaboración del ramen se ritualizó y hoy encontramos tantas formas de preparar esta sopa como ciudades hay en Japón. Forma ya parte de la identidad japonesa y no me cuesta trabajo imaginar al profesor Harutsuna Matsumoto tomando una sopa ramen en compañía de Tsikiko (ambos son personajes de la maravillosa novela de Hiromi Kawakami, El cielo es azul, la tierra blanca).
El plato está compuesto por tres partes: los fideos, la sopa y el gu (en realidad, cualquier ingrediente susceptible de utilizarse como guarnición). Podemos complicar un poco la cosa: los fideos están elaborados con harina de trigo, sal, agua y kansui, que a veces es sustituido por huevo (vale: el kansui es un tipo especial de agua que da a los fideos su característico color amarillo. Podéis impresionar un poco más aún y añadir que posiblemente el kansui tenga su origen en la China Interior, vamos, en lo que nosotros llamamos Mongolia); las sopas más populares se elaboran con pollo o cerdo añadiendo salsa de soja o mantequilla. En cuanto al gu podéis echarle imaginación, pues muchos alimentos pueden servir de acompañamiento: desde tallos tiernos de bambú (podríamos bautizarlo como ramen panda, aunque mejor no) hasta pasta de pescado pasando por algas, porciones de cerdo, wakame, etc.
En cualquier caso, lo importante es disfrutar de esta deliciosa sopa cada día más presente. Y hacerlo en buena compañía, porque we loves Comida’s.
Al preparar este artículo se nos ha hecho la boca agua con:

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