La sensación es la de haber sufrido un salto espacio-temporal, similar a esos que cuentan en los relatos de ciencia ficción y en los que un coche que circula por la carretera aparece, tras atravesar un banco de niebla, a cientos de kilómetros de distancia. Esa es la impresión al entrar en O Rexo atravesando un paisaje característico de la cuenca del río Arnoia, del corazón ourensano y encontrarse ante un rebaño de ovejas latxa pastando entre rocas y árboles pintados por el artista vasco Agustín Ibarrola.
La historia comenzaba hace unos 15 años. Por entonces, el ayuntamiento de Allariz, de apenas 4.000 habitantes, trabajaba en la revitalización de sus zonas rurales y en la defensa y recuperación de oficios tradicionales que pudieran cumplir el doble papel de dinamizadores económicos y de reclamo turístico. De esa campaña nacieron proyectos de los que hemos hablado en otras ocasiones, como el mercado de la biosfera, que sigue celebrándose todos los sábados o la red de establecimientos rurales de la localidad, pero también este complejo tan difícil de definir que es O Rexo.
O Rexo está en Requeixo de Valverde, una aldea a unos 4 km. del centro a la que se accede atravesando zonas boscosas y pequeños núcleos de población. Todo te va situando, aunque sea simbólicamente, ante un proyecto en el corazón del rural gallego. Y al llegar te encuentras, allí, en el centro de Ourense, con este espacio que a priori resulta tan vasco.
Hay un rebaño, pero no es sólo que en Galicia los rebaños de ovejas no sean habituales, es que, además, son ovejas latxa, autóctonas del País Vasco y Navarra, las mismas cuya leche se utiliza para hacer el queso Idiazabal. Y se mueven por un paisaje extraño, en el fondo del valle. Hay rocas coloreadas que cambian de aspecto si te mueven entre ellas, ramas de árboles que levantan los colores hacia el cielo. Todo esto envuelve a una pequeña central hidroeléctrica que, en el seno del proyecto, fue también rehabilitada.
A la entrada, un aula y espacio de recepción de visitantes acoge una pequeña explicación sobre los valores naturales de O Rexo y la reserva de la biosfera de Allariz. Es allí donde te encuentras con la realidad de la iniciativa, donde te cuentan cómo el pueblo ha cambiado en las últimas dos décadas gracias a iniciativas como esta, cómo es en la actualidad una de las poquísimas localidades de la provincia que ganan población y uno de los motores turísticos del interior gallego.
Todo está abierto al público. Puedes curiosear entre los paneles del centro de recepción, bajar hacia el río y tratar de mezclarte con el rebaño –aunque son animales bastante tímidos-, sentirte parte de una inmensa escultura al recorrer el bosque. Hay ovejas, hay esculturas, hay divulgación… y hay queso.
El queso de O Rexo merece una explicación. Es aun hoy uno de los grandes desconocidos dentro de la gastronomía gallega, pero vale la pena prestarle atención y, si se puede, ir a conocerlo sobre el terreno. En Galicia no había tradición de quesos de leche de oveja, pero cuando desde el ayuntamiento decidieron embarcarse en un proyecto para este espacio vieron que las características de la oveja latxa eran idóneas para el terreno así que ¿Por qué no?
El resultado es una rareza: el único queso gallego de oveja que hay hoy en el mercado. No se puede decir que sea una elaboración tradicional, pero sí que ha conseguido integrarse en el territorio. Y que es realmente sabroso. El queso de O Rexo es hoy parte de lo que significa Allariz. Y allí está la quesería, también visitable, para conocer el proceso. Y a su lado las cuadras, donde hay una zona incubadora en la que los recién nacidos van ganando peso.
Todo ante tus ojos. Todo envuelto en la obra de Ibarrola, uno de los grandes artistas vascos de finales del S.XX, que definió a O Rexo como su obra más personal. El shock inicial, esa sensación de estar en un lugar que no debería estar ahí, da paso a la fascinación. Es un lugar que engancha. Combinar senderismo, gastronomía y reactivación de espacios rurales no es algo que se pueda hacer con frecuencia. Hacerlo, además, arropado por una obra de arte es una auténtica rareza.
Es una de esas cosas que tiene Allariz, ese pequeño pueblo ourensano en el que la sorpresa está a la vuelta de la esquina. Ovejas vascas dando lugar a un queso absolutamente gallego. Una de esas contradicciones que hacen que O Rexo sea un lugar que hay que marcar en rojo en la agenda de lugares que visitar.
Al preparar este artículo se nos ha hecho la boca agua con:

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