Tan esencial como una patata

A veces hay que tocar fondo para resurgir como el Ave Fénix. Algo parecido le ocurrió a nuestro protagonista, Paolo Brich, cocinero italiano que bajó a los infiernos para encontrar su paz espiritual a través de una forma de alimentarse más funcional.

Aunque Paolo se licenció en Derecho y su actividad profesional comenzó en el mundo de la publicidad, muy pronto se dio cuenta de que cocinar era lo suyo: “Desde que tenía unos 12 años cocinaba para mi familia porque ellos llegaban tarde del trabajo -explica-, luego empecé a cocinar para mis amigos y a incorporar recetas de los lugares que visitaba”.

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Tras casarse con una española, Brich se trasladó a Madrid, donde fundó ‘Marcelino, pasta e vino’, un restaurante italiano centrado en su gran especialidad: la pasta fresca. El restaurante resultó ser un éxito de crítica, aunque no tanto de público, sobre todo en los comienzos, así que acuciado por la crisis económica tuvo que cerrar.

“A los pocos días de cerrar me llamaron para premiarme de un certamen del diario ‘El Mundo’, había ganado la mención de honor en la categoría de “Más que un restaurante” y ahí estaba yo, al lado de Sergi Arola que había ganado el premio, y sin mi restaurante”.

Y tocó fondo, hasta perderlo todo. “El fracaso del restaurante arrastró como un torrente todo lo que había conseguido hasta entonces en mi existencia: llegó la separación de mi mujer, la falta de trabajo y de recursos económicos, de entusiasmo en todo lo que hacía. Veía caer los pilares del templo como un espectador inerme. Llegué a no poder comprar comida -explica-, tenía la última patata y unas zanahorias, que cociné al vapor. Cuando ya pensaba que estaba todo perdido, ante la vista de las verduras sin aliñar en el plato, me vi a mi mismo en estado puro, tan esencial como una patata. Una rara sensación de felicidad, un segundo de paz eterna y que ahora me acompaña todos los días, me atravesó de punta a punta. Me sentí rico de repente, entendí que yo era el tesoro más preciado que pudiera querer. Por fin no había nada que se interpusiera entre mi yo exterior y mi esencia. Había abundancia donde antes veía escasez. Fue como hacer un salto en un trampolín, dar mil vueltas en el aire, caer y encontrarme en otro sitio, en otra dimensión, y mágicamente salí de la penuria”.

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Desde entonces, la forma de alimentarse de este cocinero ha cambiado. “Ahora creo que la comida debería ocupar un lugar más importante dentro de nuestras vidas y este lugar incluye también nuestra parte espiritual, no sólo la sustancial -confiesa-. Tras la zanahoria y la patata no pude volver a lo de antes, sufrí un terremoto. Desde entonces, no he sido capaz de comprar, para mi alimentación, carne ni otros productos de animales a los que yo no haya podido criar o participar en su proceso de cría,”.

Cierto, Brich come fundamentalmente vegetales, ya que los considera mucho más beneficiosos para los humanos que otros seres vivos. Su teoría se fundamenta en que “los vegetales son seres menos desarrollados a nivel de consciencia, pero mucho más funcionales”.

“Cuando te comes un filete te aporta la personalidad del animal, que además es mucho más esclavo que en otros tiempos… Por ejemplo, antaño en una granja una vaca compartía muchas cosas con los granjeros, era funcional en un ambiente en el que podía vivir totalmente libre; pero si comemos animales que nacen y mueren esclavos, será muy difícil que el hombre pegue un salto hacia la libertad”, expone.

Así fue como la comida consiguió revolucionar a este cocinero italiano, dando un giro de 180 grados a su vida. “Todo cambió, mi presencia se hizo más ligera, me volví auténtico y más comprensivo en las relaciones con las personas, desapareció toda ansiedad relacionada con el dinero y el trabajo empezó a llegar. A través de la comida pude aprender a superar los límites que yo mismo me había puesto”.

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Desde entonces, trabaja elaborando su especialidad, la pasta fresca, en la sala del restaurante La Piperna de Madrid, de cara al público. Además de ser cocinero a domicilio y dar cursos a grupos a través de www.chef-domicilio.com.

“¿Que cuál sería una cena ideal para mí? Para mí una cena fenomenal está formada por vegetales bien cortaditos, acompañados de semillas grasas y brotes de plantas benéficas. En mi opinión, lo que hay que preguntarse siempre a la hora de comer algo es: ¿Lo ha hecho un hombre en una fábrica o la naturaleza? Si lo ha hecho la naturaleza me inclino por el sí, si no, me guío por el no”.

Fotos: Patricia Magaña


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