En Galicia el pulpo es como en Latinoamérica el fútbol: casi una religión. Y si allí la gente se divide entre los de Maradona y los de Pelé, aquí nos autoclasificamos entre los del pulpo tal como lo preparan en la costa y el pulpo como se prepara en el interior. Porque, por curioso que resulte, las grandes comarcas pulpeiras en Galicia están a casi un centenar de kilómetros del mar.
La cosa tiene una explicación lógica. En la Edad Media los grandes monasterios del interior, como el de Oseira, tenían tierras en zonas costeras y cobraban impuestos sobre determinadas actividades. Desde allí les llegaban cereales y verduras, pero también productos de la pesca. Y uno de los animales marinos que mejor aguantaban el viaje, previo paso por secaderos en la orilla, era el pulpo. Los monasterios no hacían más que dar salida a ese pulpo seco en las ferias cercanas, donde el bicho en cuestión se encontró con el pimentón y el aceite de oliva que traían los arrieros desde la Maragatería o desde Extremadura. De ahí lo de pulpo á feira, al estilo de la feria.
Por eso hoy la capital del pulpo es O Carballiño, en Ourense, y las pulperías más afamadas son las de la aldea de Arcos, en ese mismo municipio. Y por eso los domingos es posible encontrar estupendos puestos de pulpo callejero en las calles de la capital ourensana, al igual que en las ferias de Allariz, Maceda y tantos otros pueblos de la provincia de Lugo o del interior coruñes. Si has hecho el Camino de Santiago seguramente habrás tomado pulpo el Palas de Rei o en Melide.
Pero antes de seguir yéndonos por las ramas conviene volver a centrar el tema. El interior tiene una manera de preparar el pulpo que hunde sus raíces en la historia, pero la costa no se queda, por razones evidentes, atrás. Aquí es donde el recetario se diversifica y donde podemos encontrar el pulpo en caldeirada, a la mugardesa (con un sofrito de pimientos), al estilo de A Illa de Arousa (con patatas y un sofrito de cebolla), guisado y un largo etcétera.
Así que, huyendo una vez más de las raciones de pulpo gomoso de los puntos calientes del turismo, ponemos rumbo a la Ría de Muros y Noia y avanzamos hacia el sur al pie de la Serra do Barbanza, una especie de frontera natural entre las Rías Baixas (que formalmente incluyen también a la de Noia) y la Costa da Morte. Aquí los centros de veraneo son más bien modestos, los clubs náuticos escasean y durante 10 meses al año lo que hay son pequeños pueblos marineros centrados en la pesca de bajura.
Porto do Son perdió buena parte de su encanto hace tiempo. Incluso aquí la burbuja inmobiliaria causó estragos. Aun así, sigue siendo una de las localidades que mantienen esa atmósfera marinera y algunos rincones en su casco viejo que vale la pena pasear, aunque sea únicamente para subir hasta la capilla de A Atalaia, asomada a los acantilados. En el puerto, especializado en la captura de pulpo, jurel y abadejo hay algunos bares más modernos, pensados sobre todo para el turismo veraneante, y un buen puñado de tabernas que llevan ahí toda la vida.
BAR O CHINTO
Entre ellas, frente al mar, está el Chinto. Aunque está en el bajo de una casa de piedra y tiene una puerta sorprendentemente alta no es el sitio más bonito del mundo. El servicio es el que uno se espera en una taberna de este tipo y la oferta se mantiene en esa línea: muchas tapas de pescado, alguna de carne, pulpo, calamares y poco más. Pero todo está bien elaborado y a precios honestos y, sobre todo, hay algunas especialidades que están realmente buenas.
La oreja de cerdo con pimentón está rica, como el raxo (lomo de cerdo adobado). Los mejillones al vapor pueden ser una buena opción, ya que estamos en plena zona productora y están entre lo más económico de la carta. Los callos, si están en carta, son otra de las opciones seguras.
Pero más allá de todo esto están los calamares, siempre fresquísimos, y el pulpo. Ese pulpo que justifica por si solo un viaje. No soy muy dado a absolutos, así que no diré que es el mejor pulpo de Galicia. Los del interior se llevarían las manos a la cabeza y los de la costa propondrían otro centenar de lugares. Y todos tendrían, probablemente, su parte de razón. Pero el pulpo á feira de Chinto es una cosa muy seria: perfecto de cocción, con un punto justo de resistencia al mordisco, con el toque exacto de aceite y pimentón, acompañado de un pan aceptable…
Un buen pulpo á feira es, cuando está bien preparado y se sirve bien, la felicidad. Tomarlo en el Chinto es, para mí, la felicidad completa.
Fotos: Jorge Guitián
Bar Chinto Avenida de Galicia, s/n (frente a los jardines del puerto) 15970 Porto do Son
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