La comida nos une y, a veces, también nos hace mejores personas. Os voy a contar la historia de Nerea, una niña de casi tres años que sufre una enfermedad de diagnóstico desconocido, probablemente genética, que le produce un grave retraso psicomotriz y le obliga a alimentarse artificialmente.
El destino quiso que la familia de Nerea viviera cerca de un buen hombre, Miguel González, productor de las mermeladas Jan Jam, que decidió hacer algo para ayudar a esta familia, vendiendo sus deliciosas mermeladas a través de la despensa de Pantori.
Para los pocos que a estas alturas no estéis al tanto de las correrías gastronómicas de Pantori, os diré que es un interesante y divertido proyecto que desde hace casi dos años pone a la venta, durante 24 horas, un único y exquisito producto de un productor seleccionado.
Así cada día, el equipo de Pantori, formado por Jaime, Maite y Miguel, nos descubre selectos tesoros gastronómicos que no siempre son fáciles de encontrar en la tienda de la esquina, como las mermeladas de Miguel, panes artesanos, quesos, chocolates, galletas, embutidos, conservas de pescado, conservas de verdura, cervezas, licores, aceite y un largo etcétera de productos selectos.“La idea es que Pantori proporcione a los usuarios un descubrimiento nuevo cada día, por eso no repetimos productos…, aunque si el productor es bueno, podemos llegar a hacer un par de promociones con él”, nos cuenta Jaime.
El respeto al productor es la piedra filosofal de Pantori, por eso, el precio de los productos en su plataforma es el mismo que el consumidor encontraría en una tienda gourmet, pero con los gastos de envío ya incluidos, “esto hace que los productos lleguen a personas que de otra forma no podrían tener acceso a ellos”.
La vorágine de todos estos proyectos no ha impedido que la despensa (Pantori significa despensa en japonés) haya decidido hacer un alto en el camino para ayudar a Nerea. Por eso, el día del padre, hicieron “un pantori” de los productos Jan Jam con la colaboración de Envialia San Sebastián.Cuatro tarros de 200 gramos de riquísimas mermeladas (de tomate y cebolla, de albaricoque, de frambuesa y de ruibarbo, que por cierto, es sello de identidad de la casa) se han convertido en confites que alimentan no sólo el paladar, sino también el alma, ya que todo el dinero que se ha recaudado en la promoción ha ido a parar a la familia de Nerea para cubrir algunos de sus tratamientos y apoyar la investigación de la enfermedad.
“La verdad es que cuando Miguel nos contó la idea, no sabíamos la repercusión que podía tener el proyecto, pero era algo que queríamos hacer y enseguida le dijimos que contara con nosotros. Hemos vendido 80 lotes y estamos muy contentos de haber puesto nuestro grano de arena”, explica Jaime.
Y así fue como, gracias a Pantori y a Miguel González, unas humildes mermeladas pasaron de ser deliciosas a ser mágicas. Mágicas y solidarias.
Fotos: Pantori.es
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