Cuando tomamos la decisión de ir a un restaurante a comer o a cenar, nos sentamos tranquilamente en una de las mesas disponibles, pedimos la carta, le echamos un vistazo a los platos y a los precios, y cuando sabemos lo que vamos a degustar, llamamos al camarero para que nos tome nota.
Hasta aquí todo normal: este es el proceder de miles de restaurantes en nuestro país… pero no en El Tintero II, un chiringuito situado al final de la malagueña Playa de El Palo, un restaurante especializado en mariscos y pescaíto frito famoso en Málaga, Andalucía y creo, por la de veces que se lo he recomendado a mis amigos no malagueños, en prácticamente toda España, por su forma peculiar de servir la comida.
Pero hagamos un juego. Cierra los ojos e imagínate la escena: Es un fin de semana del verano, hace un calor espantoso, húmedo, pegajoso y has decidido ir a la playa a darte un chapuzón antes o después de comer (da lo mismo). Vas por el Paseo Marítimo y ves un chiringuito bastante grande y petao de gente. “Joder, aquí se tiene que comer muy bien o muy barato o las dos cosas a la vez”, piensas. Llegas al restaurante y te sientas en la única mesa libre que queda de las ochenta que más o menos tiene el restaurante. Te relajas por el éxito conseguido a la primera, pero estás sediento. Hay bastante ruido, los camareros chillan, al primero que se te acerca le pides una cerveza “No, mejor un tinto de verano” le dices, el camarero asiente.
En tu mesa sólo está el mantel blanco, de papel, los cubiertos y un bollo de pan. Cuando ves de lejos al camarero que se acerca con tu tinto, te quedas sorprendido porque empiezan a salir otros diez o doce de la cocina con cuatro o cinco platos en las manos “cantando” lo que llevan entre las mesas de comensales ¡boquerones fritos de la bahía!, dice uno, ¡rosada a la plancha!, grita otro. ¡Pulpo frito!, el tercero. Y así sucesivamente con las ensaladas mixtas, de pimientos, el adobo, las gambas cocidas, los boquerones vitorianos, chopitos y todos los platos de pescados pequeños y grandes que uno se pueda imaginar.
Te quedas paralizado porque no sabes qué hacer, y ésa es la novatada del principiante. Tan sólo tienes que levantar la mano cuando escuchas un plato que te apetece comer, el camarero se acerca, lo ves, y si te gusta, te lo quedas. Evidentemente, en esa primera tanda de platos, cuando te has dado cuenta de lo que se cuece en El Tintero II, te quedas sin comer nada porque los comensales de al lado, al fin y al cabo tus enemigos en esta batalla gastronómica, se te han adelantado.
En las siguientes rondas -salen platos constantemente de la cocina- nuestro hombre se ha introducido en el juego y ha podido degustar unas gambitas cocidas, una de calamaritos y una fritura. Hay que tener cuidado porque con el rollo del subasteo te puedes meter diez o doce platos de pescado entre pecho y espalda y tampoco es éso.
Una vez saciados asistimos al fin de nuestra aventura culinaria cuando el mismo personal que hace tres cuartos de hora coreaba platos de pescado comienza a pregonar aquello de “¡¡¡y yo cobro, oiga, y yo cobro, y a mi nadie me quiere ahora. Y yo cobro!!!”.
Todos los platos tienen el mismo precio (salvo los de pescados grandes) por lo que a la hora de pagar, el camarero sólo tiene que contar los platos vacíos que hay encima de la mesa, añadirte la bebida y, haciendo la propia cuenta a lápiz sobre el mantel blanco, cobrarte “la dolorosa”.
Y aquí hay que comentar la picaresca que siempre ha acompañado a los clientes de El Tintero II que, antiguamente, y en su afán de pagar menos platos de los que habían consumido enterraban éstos en la arena (hasta hace solo unos años El Tintero II tenía las mesas sobre arena de la playa, posteriormente ensolaron el chiringuito y se acabó el chollo) o se los pasaban, disimuladamente y sin que se dieran cuenta, a los de la mesa de al lado. Incluso había mujeres que se guardaban los platos en las bolsas de la playa, así mataban dos pájaros de un tiro: pagaban menos y ampliaban la vajilla de casa.
¡Ah! un pequeño aviso: Es un restaurante muy ruidoso. Al principio puede resultar agobiante pero al cabo de unos minutos te acostumbrarás y la divertida experiencia vivida hace que valga la pena. No es el mejor restaurante de Málaga, ni allí se hace la mejor fritura pero todo el mundo repite.
Restaurante El Tintero II.
Playa del Dedo, 29018, Málaga.
Tel. 952 206826
Fotos: Julián Nieto
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