Cada año en España, asistimos a una sucesión de eventos, congresos y ferias que pueblan las semanas sin dar una tregua: Madridfusión, Forum Gastronómico, Diálogos de Cocina (cada dos años), Xantar, (Ourense), Mujer Gastronómica (Córdoba), Parabere Forum (Bilbao), Encuentro Turgastro (Benidorm), el Salón de los Destilados Premium de Madrid, Navartur (Pamplona) y un largo etcétera hacen que no lleguen las horas del día para estar al tanto de todo lo que se cuece.
Es verdad que en ese maremagnum de convocatorias las grandes se llevan la mayor parte de la atención. Y en cierto modo es de justicia. El cartel de nombres internacionales de Madridfusión, por ejemplo, suele ser de lo más nutrido e interesante del panorama internacional. Y lo mismo ocurre, en su escala y con sus ambiciones, con Forum o Diálogos de Cocina.
Pero esa potencia mediática deja a la sombra eventos de menor impacto, más reducidos en tamaño, cartel y presupuesto que, sin embargo, tienen muchísimo que ofrecer. Es ahí, en esas pequeñas citas, en donde se puede tomar el pulso de las cocinas locales, de qué se está fraguando en las diferentes zonas y cuáles son las tendencias aquí o allá, porque por debajo de esas grandes corrientes globales que llegan a toda España hay siempre micro-tendencias que agrupan a cocineros por zonas e intereses.
Del mismo modo que en el otoño Murcia Gastronómica me abrió los ojos a lo más innovador de la cocina del sureste, Gastro Alicante es el escaparate perfecto para las cocinas del Levante y del Mediterráneo. La alicantina, por supuesto, se lleva la palma en cuanto a atención, pero también Valencia, Murcia o las Baleares están presentes en el programa. No tengo ni que decir que para mí, que llego desde el el Atlántico, la posibilidad de asomarme a esos productos, a esos cocineros y a esos planteamientos era algo que no podía dejar pasar.
Por otro lado, hace tiempo que defiendo que la Comunidad Valenciana pasa por un momento vibrante en lo gastronómico. Creo que es algo que se debe a varios factores: por un lado está el tráfico turístico del Mediterráneo, que mueve público y dinero a lo largo del año; por otra parte creo que no hay que infravalorar el peso que ha tenido el éxito de cocineros de primera fila como Quique Dacosta, Ricard Camarena, Kiko Moya, Raul Aleixandre, Susi Díez, Paco Torreblanca o Vicente Patiño para que otros cocineros se quitasen prejuicios de encima y se convencieran de que, por mucho que la situación esté complicada, si las cosas se hacen bien es probable que acaben por funcionar aunque se esté lejos de los grandes polos de atención mediática.
Pero hay otros dos motivos que no me parecen secundarios. El primero es el trabajo de difusión y de apoyo que se está llevando a cabo por parte de la Academia Valenciana de Gastronomía, presidida por Cuchita Lluch en la actualidad y que se ha convertido en una gran generadora de entusiasmo. El otro es el apoyo en la difusión que se haciendo desde los medios de ámbito local. Y aquí entra en juego Gastronostrum, una empresa dirigida por Mar Milá y Lluis Ruiz quien, además, es uno de los críticos gastronómicos con un recorrido más amplio e interesante de la Comunidad Valenciana.
Es precisamente Gastronostrum quien coordina la programación de Gastro Alicante, así que a ellos se debe la selección de participantes. De ese trabajo de comisariado nace la posibilidad de ver sobre el escenario a algunos de los grandes nombres de la zona, como el mencionado Ricard Camarena, o a históricos de la cocina valenciana, como Bernd Knöller, uno de los artífices de la conocida como Generación del 93, que puso la cocina valenciana contemporánea por primera vez sobre el mapa.
Pero si hablamos de renovación, de generaciones que se consolidan, hay que hablar de Dani Frías (La Ereta, Alicante), Rafa Soler (Audrey’s, Calpe), Alberto Ferruz (Bon Amb, Xátiva), César Marquiegui (Nou Manolín, Alicante) y muchos otros, todos presentes en el programa y con propuestas con un hilo común en la tradición local pero también con un marcado carácter personal.
Y junto a ellos una generación más, la que hoy se mueve entre los 25-35, que se ha lanzado a la pista ya en plena crisis y que, pese a todo, demuestra un entusiasmo y una capacidad de renovación envidiable. Me quedaría, aquí, con dos nombre: el repostero Rubén Álvarez, del que estoy seguro que oiremos mucho y muy bueno en los próximos años, y Gregory Rom, del restaurante Brel (El Campello). Y puestos a destacar nombres nuevos, doy el salto a las islas para reivindicar la cocina de Can Dani y su cocinera Ana Jiménez, que por primera vez han puesto a Formentera en el mapa de la cocina contemporánea.
Los congresos son siempre momentos para aprender y para ver, pero también para charlar con los cocineros, para curiosear y para salir luego a la calle, con todo lo visto y oído en la cartera, a probar de primera mano en los bares, restaurantes y mercados de la ciudad. De ahí nacen algunas de las crónicas que iré publicando en las próximas semanas y de ahí nace también el convencimiento de que, si nada se tuerce, la cocina de la costa mediterránea tiene un futuro envidiable a corto y medio plazo.
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