Seamos claros, si vamos unos días de turismo a la ciudad eterna no vamos a conocer al completo los mejores rincones gastronómicos de la ciudad. Para eso hace falta mucho trote por los barrios menos históricos y más cosmopolitas de la ciudad. Pero sí podemos llevarnos un trocito de lo mejor de la cocina romana sin renunciar al encanto del centro. Y es que hay auténticos templos de la gastronomía romana muy accesibles con un paseo por el centro, solo hay que saber dónde están.
El número de turistas ha sobrepasado al de locales en muchas de las míticas pizzerías y trattorías del centro de Roma. Es el caso de Da Baffetto o Da Francesco, donde la masificación turística de los últimos años ha llevado a una pérdida de calidad en el servicio, pero, gracias a Dios, no en el producto. Siguen manteniendo la buena pizza de siempre y el éxito está asegurado. Pero hoy, mis recomendaciones no son los grandes clásicos bien conocidos por todos, si no esos restaurantes de parada obligada con buena cocina romana. Locales con mucha autenticidad, bien situados y asequibles. Parece mucho pedir, pero, en Roma, comer bien sin dejarnos el presupuesto del viaje en una cena es más fácil de lo que pensamos (otra cosa es el beber); veamos.
Cacio e Pepe. Via Avezzana, 11
Hace unos años este restaurante era prácticamente desconocido por los turistas, pero los romanos se agolpaban en su puerta haciendo cola para comer la mejor carbonara de la ciudad. Hoy, aunque ya aparece en alguna guía que otra, los romanos siguen siendo su público más fiel. Cacio e Pepe es, además, el nombre de la modalidad de pasta que mejor se prepara en este local. La clave de su éxito está en la sencillez y tradición de sus platos y en el buen precio. El menú es fijo, a elegir entre 3 tipos de pastas (Cacio e Pepe, Gricia y Carbonara) y 3 tipos de segundos que van variando ligeramente según el día (las polpette, albóndigas, nunca fallan). Se paga por lo que se come y no por menú completo, así, por ejemplo, para una comida a base de un par de platos de buena pasta y un tiramisú de postre nos puede salir por 12 euros por persona. Huyendo de la demanda excesiva de los fines de semana, cierran los sábados por la noche y el domingo.
Da Alfredo e Ada. Via Banchi Nouvi, 14
Es el lugar ideal para desmitificar la cocina italiana. La pasta está presente en su menú, pero Alfredo e Ada es mucho más que lasaña y carbonara, y nos demuestra todo lo que la cocina casera romana puede ofrecernos, desde el clásico pollo al limón a los callos (trippa) a la romana. Su encanto también está en su tamaño, apenas unas ocho mesas se aglutinan en el minúsculo salón de madera. No hay carta fija ni menú como tal. La cocina va en función de la temporada y los antojos del cocinero.
Matriciana. Via del Viminale, 44.
Si bien esta trattoria no está en el centro histórico como tal, está muy cerca de casi todo, justo delante del teatro de la ópera (zona Termini). Aquí hay que pedir sí o sí pasta alla matriciana. Pero los ñoquis a la romana también se llevan la palma. Y de postre veremos como todos los comensales piden sin dudar su famoso flan.
Sora Margherita. Piazza delle 5 scole, 30
Aquí el plato estrella son las alcachofas, en concreto carciofi alla giudia, alcachofas romanas con denominación de origen que se sirven fritas según una receta de herencia judía. Pero también, como no, la pasta tiene su protagonismo. Un local estrecho decorado por los recortes de prensa en los que lo mencionan y algunas aportaciones de los propios clientes. De calidad, sencillísimo y 100% romano.
Taverna Trilussa. Via Politeama, 23
No podía faltar una propuesta en el barrio de Trastevere. Este restaurante es conocido por sus «Ravioli que saben a nubes» pero también es de los que no limitan su carta a la pasta y algunos platos como las mollejas de cordero son también muy aclamados. Si bien los precios son algo más elevados con respecto a las otras propuestas de cocina tradicional romana, merece la pena. El domingo está cerrado y es conveniente acudir con reserva previa.
Tengamos en cuenta que los horarios de comidas y cenas se adelantan aproximadamente una hora al horario tardío español. Aunque, afortunadamente, en Roma no suele haber problema para comer o cenar tarde, puede que en alguno de estos restaurantes lo de comer a las 3 de la tarde sea una utopía. Otro de los hándicaps de estos restaurantes tradicionales y pequeños es que en muchos de ellos hay que compartir mesa, sobre todo si vamos en pareja. Y si no se comparte, la mesa de al lado está tan pegada que será prácticamente lo mismo. Hay que aprovechar el espacio. No pasa nada, es algo a lo que los romanos están acostumbrados y ni se inmutan, ignorando por completo que su conversación puede estar siendo seguida minuciosamente por los comensales vecinos. Todo sea por disfrutar de la autenticidad de un restaurante con verdadera cocina romana y sin dejarnos un riñón en el intento.
Manma mia¡¡¡¡¡ Ya se que son los mejores los italianos pero para comer pasta, pizza etc tiene que ser imposible elegir cinco.