¿Comes tres veces al día? ¿O –como quieren los nutricionistas– cinco? Enhorabuena, unos 850 millones de personas en el mundo no pueden alimentarse lo suficiente como para encontrarse en un estado de salud aceptable, según la ONU. Sigamos con las incongruencias de este planeta loco: si lees estas líneas, suponemos que te encuentras en el lado bueno de la vida, tienes cubiertas tus necesidades alimentarias y hasta te pegas tus homenajes. Has alcanzado un sueño imposible para los miles de millones de seres humanos que han pisado la Tierra antes que tú: no tienes que preocuparte por la comida.
Tanto que ni sabes realmente lo que comes, ni de dónde viene, ni cómo se cultiva, cría o prepara. En el mundo desarrollado, gastamos en porcentaje mucho menos en comida de lo que se ha hecho nunca en la historia de la humanidad, y también decrece el tiempo que dedicamos a cocinar. Podemos permitirnos el acto de alimentarnos bien y conscientemente, pero no lo respetamos. Disfrutamos de la oportunidad de convertir un imperativo biológico en un placer, y lo despreciamos. Aunque no todos.
UN MOVIMIENTO EN AUGE
En los últimos años, cada vez más personas del primer mundo han cobrado conciencia de su fortuna y han decidido convertir el acto de alimentarse en un hecho placentero, inteligente e incluso sostenible, porque nuestra forma de comer puede contribuir a un mundo más justo, por extraño que nos parezca. El food movement (movimiento de la comida, qué mal suena en español) es el nombre que recibe un heterogéneo conjunto de iniciativas que van de lo social (la preocupación por el despilfarro de alimentos, las desigualdades, la ecología…) a lo hedonista y lo empresarial, a menudo uniendo estas vertientes aparentemente contradictorias.
Lo habrás notado en las calles de tu ciudad: proliferan establecimientos y profesionales que pretenden recuperar el gusto por las cosas naturales y bien hechas: panaderías que retoman las viejas formas, artesanos de la cerveza, cultivadores de frutas orgánicas, cocineros que conservan y difunden las costumbres y recetas locales a punto de ser masacradas por la comida rápida y mala, rescatadores de variedades de verduras al borde de la extinción, apicultores… Pero también hay periodistas gastronómicos, artesanos del packaging, diseñadores de utensilios de cocina…
Son por lo general proyectos de profesionales con iniciativa (sí, los puñeteros “emprendedores”, como los llaman ahora), fundadores de pequeñas empresas (perdón, start-ups) que han visto una oportunidad en el creciente anhelo de volver a las raíces y que a menudo han dejado buenas carreras en importantes empresas para montar sus propios negocios, fundados en el antiguo, lento y sabio placer de comer.
A delicious life: new food entrepreneurs es el cuidado y apetecible libro de 240 páginas en el que Sven Ehmann, Robert Klanten y Marie Le Fort han reunido un conjunto de proyectos e ideas que ilustran lo que te estamos contando. Al abrirlo encontrarás una antología actual de tendencias culinarias, restaurantes, personas, productos y casi cualquier cosa relacionada con la comida que te pueda pasar por la cabeza. El libro no solo hace la boca agua; resulta inspirador y cuenta con una sección práctica en la que informa de eventos sorprendentes, sitios donde cocinar, comer y comprar… Un atlas de lo que supone ser un “comidista” a día de hoy.
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