Kav Ly (pronunciado Kao Li) nació en Camboya, de donde huyó cuando los khmer rouge ascendieron al poder. Un niño con un machete había venido a buscar a su padre, uno de los miembros más prominentes de la comunidad. La familia pensó que nunca más volvería a verlo.
Kav Ly se fue a Francia, junto a uno de sus hermanos, y aterrizó poco después en España, a finales de los setenta. Quería estudiar medicina, pero comenzó a trabajar en un restaurante chino –de dónde procede su madre- y poco después abriría uno ella misma. El negocio, al que llamó Ta-Tung (“Concordia”, en chino) iba bien, pese a que en aquel momento la cocina asiática era prácticamente desconocida en nuestro país –“los españoles sólo conocían el pollo con almendras y el cerdo agridulce”, comenta- y empezó a intentar colocar sus productos en tiendas de alimentación. “Fueron tiempos muy duros. Iba a puerta fría y me echaban de las tiendas. Había mucho racismo y machismo”. Kav Ly amasaba sus rollos a mano. En un día, podía terminar con un saco de 50 kilos, rollo de 25 gramos a rollo de 25 gramos. Junto a ella, sus hijos dibujaban en la mesa de al lado, algo que se traduciría luego en la vocación artística de uno de ellos.Aunque su intención era seguir dedicada a la restauración -uno de sus hermanos está al frente del Indochine, uno de los restaurantes asiáticos más consolidados de Barcelona- la empresa comenzó a despegar de verdad al entrar en grandes superficies, y desde principios de los noventa se dedica en exclusiva a la elaboración de platos precocinados. “Antes decíamos que hacíamos cocina asiática, pero ahora le llamamos étnica, porque también tenemos productos mexicanos y de cocina-fusión”.
EXPANSIÓN
En la actualidad cuentan con cincuenta empleados, y han comenzado a exportar a Italia y Portugal. Pronto llegarán a Francia, donde podrá consumirse alguno de los 40.000 rollos de primavera que fabrican a diario. Kav Ly cuenta que, en la medida de lo posible, utilizan alimentos frescos y locales. “Quedan algunas cosas, como la citronela, que traemos de Asia. Pero ya llegará”. La fábrica huele a soja, y es más pequeña de lo que podría augurar la envergadura del negocio. Un grupo de mujeres chinas pliega con rapidez y precisión los rollos, todos con la misma cantidad de verduras, todos indistinguibles entre sí. La misma precisión que se aplica a las 40.000 bandejas de arroz que se preparan a diario y que, dice Fuei, el hijo que no pinta de Kav Ly, mientras ríe y que dice que tuvieron que “llamar ‘arroz tres delicias’, porque el consumidor no entendía lo de ‘arroz cantonés’”. El día que los visité andaban atareados preparando su participación en Alimentaria, en la que presentaban varios productos nuevos. “Estamos orgullosos de poder ofrecer en nuestro catálogo desde desayunos hasta postres”.SALVADO POR EL ARROZ
La historia de éxito de Kav Ly, más allá de la hagiografía propia de la prensa económica, tiene sin embargo un trasfondo algo amargo. ¿Le hubiera gustado poder seguir con sus estudios de medicina? “Sí”, responde, “aunque me gusta mucho cocinar, y sigo encargándome de crear todas nuestras recetas. Pero la inquietud nunca se pierde. Aunque ahora pienso que se me haría pesado volver a estudiar”. Viajó de nuevo a Camboya en 2004, cuando el proceso de paz aún era joven y frágil. “Fue muy duro. Del pueblo donde vivía sólo quedaba el colegio en el que estudié. Lo único que estaba igual eran los sabores de la comida. Igual volvemos este año…”
Durante años, dio por hecho que su padre había muerto. Un buen día, uno de sus hermanos encontró una pequeña nota en el buzón de un antiguo domicilio de París. “Estamos todos vivos”, decía solamente. Al enterarse, Kav Ly no podía parar de llorar. El comandante que había hecho llamar a su padre quería que calculara la cantidad de arroz que rendiría, una vez descascarillada, la cosecha de aquel año. “Mi padre se acordó de la fórmula que le había enseñado su abuelo, lo calculó y lo dejaron irse. Salvó la vida por el arroz”.
Photo: Mar Calpena, Ta-Tung.
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