Todavía hoy día desconocemos el número de especies de guindillas, ajíes, chiles o pimientos que existen en el mundo no solo por el gran número de especies salvajes que crecen libremente, principalmente en el Nordeste atlántico de Brasil, tierra de manglares y de maracatú, sino porque las variedades cultivadas se hibridan fácilmente entre sí, dando lugar a nuevos cultivares.
Parece que fue Cristóbal Colón quien hizo llegar a España las primeras semillas de Capsicum, desde donde pasó tan suculento ingrediente a China, a través de Filipinas, aunque hay quien opina que fue Portugal quien lo dio a conocer en su colonia de Goa.
Es fácil y tentador descubrir los efectos de las distintas guindillas en los guisos para estimular el apetito tanto mientras se hace la cocción, durante su degustación, visión y olfato en el plato cocinado, o crudo, en un platito colocado al lado para alternar bocados con lo cocinado, como después, con la resaca del eco en el regusto, regurgitación o la evacuación del día de después, aunque su uso continuado puede convertirse en un hábito, en ocasiones de difícil erradicación.
De este pimiento tan singular de la familia de las Solanaceae, como la patata, procede el adjetivo picante que se aplica “a lo dicho con alguna gracia, que se suele escuchar con gusto”. Condimento y adjetivo han hecho famoso al pintor Guillermo Aymerich, más conocido como Carallo, el Pintor Picante.
Las formas, colores y especialmente la calidad y perfume del ají han inspirado y siguen inspirando la pintura de este artista, que guarda en sus cocinas de Levante y Pekín, ciudades donde imparte clases, más de ciento cincuenta variedades de guindillas, tanto inmaduras como maduras o secadas.
“En China, cada vez que digo mi nombre y lo deletreo se vuelven locos. Este sobrenombre, si uno se atiene a la transcripción fonética de dos o tres caracteres de la grafía china, Ou-ka-la, significa tarjeta empapada de picante. Se dice que una vez que prueban la tarjeta picante nunca se olvidan de ella”. Debe ser que Carallo, el Pintor Picante, nació en Puerto Rico, un nombre casi comestible, y se crió en Lalín, el centro de Galicia, donde la comida es cultura y cultivos, palabras que vienen de culto y por lo tanto en relación con lo sagrado. Para ese pueblo tan singular, su pueblo, hizo la propuesta de un Bosque Picante (là-lín, en chino).
La caza, clasificación y casi usufructo de las guindillas forma parte de su pasión por la cocina, un arte creativo íntimamente ligado a una forma de estar en el mundo. “Dime qué comes y te diré quién eres” no es una frase superficial; es también su manera de estar en el mundo, que Carallo, el Pintor Picante lo expresa así:
ECOLOGÍA + SALUD + ENTORNO + COETÁNEOS = EMOCIÓN CREADORA.
Por eso este artista siente la pasión por el viaje en busca de sitios insólitos, donde las plantaciones constituyen paisajes que guardan armonía con la cocina, lo que influye en su forma de estar y posicionarse en el mundo.
Coma os pementos de Padrón; unos pican e outros non, es un dicho muy popular en Galicia que se puede aplicar al propio Aymerich. Como artista, seductor y viajero, él también puede picar o no. En la mayoría de sus cuadros el protagonista es el pimiento en todas sus formas, tamaños o colores, siempre relacionado con el ser humano para expresar un mestizaje entre ambos, en ocasiones de forma inconsciente, aunque siempre de manera picante.
“El arte, incluido el culinario, es una forma de conocimiento donde se mezclan lo reflexivo y lo intuitivo para crear algo único y singular con señas de identidad de su autor”, decía el artista en una entrevista. En el proceso “hay cosas que cuadran y otras que hacemos cuadrar”. “Producir cuadros como chorizos está muy bien; es un producto gallego, pero para hacer chorizos, no para hacer arte”, ironiza con un chascarrillo dirigido a la cocina gallega.
Con más de 30 exposiciones individuales y 250 colectivas por todo el mundo su proyecto más ambicioso es sin duda “Ocho sonidos”, inspirado en un poema chino que habla de los timbres del sonido de la música china. En armonía con el poema está elaborando ocho cuadros sonoros sobre otros tantos materiales distintos: seda, piel, bambú, porcelana, metal, calabaza, madera y piedra. Se producirán idénticas notas que cambiarán el timbre, creando así escenas simultáneas, opuestas y complementarias a la vez. En el proyecto colaborarán músicos que deberán interpretar el poema pictórico ideado por el artista, donde solo faltan las guindillas. Pero llegarán y podremos degustar el cuadro sonoro. Al fin y al cabo, visión, sonido y olor viene a corresponderse con la degustación de un crujiente manjar. ¡Carallo!
Si quieres conocer mejor a este artista visita:
http://guillermoaymerich.com/
http://8sonidos.guillermoaymerich.com/
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