Durian, la fruta apestosa

Si la serpiente les hubiese ofrecido a Adán y Eva un durian en lugar de una manzana, la historia habría sido muy diferente: ellos probablemente no habrían aceptado probarla y quizás ahora todos viviríamos en aquel edén. Pero fue una manzana la que se ganó en aquella historia el sobre nombre de fruta prohibida en el paraíso, y tropecientos años más tarde la fruta prohibida aquí en la Tierra es otra: durian.durian

Te sonará el nombre o quizás no. Puede hasta que la hayas probado si has viajado al sudeste asiático. Considerada como “el rey de la fruta”, crece en países como Indonesia, Malasia y Brunei y se consume también en Tailandia, Singapur y Filipinas. Es tan amada como odiada: los que la comen, alaban su dulce sabor; los que están al lado de quien la come, echan pestes del olor.

Y es precisamente por el hedor que emana de la pulpa amarillenta de esta fruta que en los países donde su consumo es popular está prohibida en espacios públicos como hoteles, trenes, autobuses o restaurantes, y en algunos lugares, hasta se amenaza con multa a quien infrinja la norma.durian

El durian primero llama la atención con su aspecto: grandes bolas verdes, que pueden llegar a 30 cm de longitud, rodeadas de pinchos. La gorda cáscara externa no huele, sino que es la carnaza del interior la que destila ese olor “a podrido o a basura” al que el durian le debe su mala fama. Para tomarla hay que saber cortarla (utilizando incluso guantes si es necesario) y sacar de su interior la pulpa amarilla que gusta y disgusta a partes iguales.

Ante los carteles de prohibición en espacios cerrados, los puestos callejeros que las venden en ciudades como, por ejemplo, Bangkok, están rodeados de gente esperando a comprar su porción. Y es gracioso ver cómo las caras de regusto de quien toma la fruta son contradictorias a las muecas de los viandantes que caminan por delante de uno de estos puestos: fruncen el ceño, se tapan la nariz y quieren pasar lo más rápidamente posible por la zona de venta.durian

Su olor es tan fuerte que se ha llegado a comparar con el de una letrina, excrementos o un calcetín sudado. Pero quien la come, se relame de gusto. “Está buenísimo”, me dice una mujer que ha parado con su maridos y tres hijos en un puesto callejero del barrio chino de Bangkok.

“Tiene una capa protectora natural que hace que no huela tan mal”, cuenta uno de los vendedores de la calle que delicadamente prepara los trozos de fruta. Y es precisamente al quitarle esa capa cuando se huele toda su esencia. Por eso los vendedores se afanan rápidamente en envolver en plástico el durian ya pelado. Un paquetito para quien prefiera comprarlo para llevar y tenga (y haga) un viaje más ameno hasta casa. Porque la prohibición se refiere no sólo al consumo, sino que incluye también transportarlo en espacios públicos una vez abierto.

durian Las reacciones de quien lo toma por primera vez no tienen desperdicio, pero la realidad es que quien lo toma a diario no hace más que ensalzar su estupendo sabor. Habrá que hacer caso a los expertos, al fin y al cabo y a pesar de su prohibición, por algo, el durian se habrá ganado el nombre de “el rey de las frutas”.
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