La Avenida (que se ha llamado ya de todas las formas) bulle de gente todos los días. Es la arteria principal de Sevilla; a veces de paseo se tiene la sensación de que las autoridades han querido transformar la ciudad en un parque temático: la Avenida, además de los edificios (la Catedral, el Archivo de Indias, el Ayuntamiento…) se ha ido llenando de tiendas nuevas y de franquicias gastronómicas. Sin duda, son lugares donde pasar el rato; pero si salimos de esta arteria para desviarnos por las callejuelas adyacentes descubriremos otro mundo, cada vez más colonizado: pequeñas tiendas, churrerías, tradicionales restaurantes, bodegas y bares de toda la vida donde la gente se deja caer a tomar un vino, un mosto de Umbrete…
Uno de esos bares con solera es Casa Morales, una antigua bodega que abrió sus puertas a mitad del siglo XIX. Como dan fe las grandes tinajas que alberga en su interior, la casa empezó sirviendo vino a granel (Valdepeñas era entonces lo normal). Parece que el tiempo se ha detenido en Casa Morales, porque al entrar nos vemos transportados al siglo de su inauguración. Dividida en dos grades zonas, con una barra de madera del siglo pasado por frontera, podemos elegir entre quedarnos de pie o, si llegamos a buena hora, coger asiento para chatear (si, de vinos) o disfrutar una de sus muchas tapas.
Se echa de menos degustar en Casa Morales el “pescaito frito” de una freiduría cercana que antes servían. Tiene fama ( y bien ganada) la “pringá” casera, el jamón ibérico, las chistorras y las sabrosas anchoas; todo siempre servido sobre su famoso papel de estraza. En el barrio sevillano del Arenal podemos disfrutar aún de las tapas y los vinos tradicionales en un ambiente que sin duda contribuye al inmejorable sabor de los platos.
Al preparar este artículo se nos ha hecho la boca agua con:

26 Comentarios