Si hay brotes verdes en la economía, crecen en La Rioja. En 2013, las ventas de sus vinos han aumentado en España por primera vez desde el comienzo de la crisis (2007). En el extranjero, los datos también son alentadores: las exportaciones superan los cien millones de litros y rondan el 40% de la producción de estos caldos que siguen siendo más allá de nuestras fronteras sinónimo de vino español. ¿Sabías que el responsable lejano de esta envidiable situación es la filoxera, un insecto parásito de la vid capaz de aniquilar los viñedos de una comarca con gran rapidez?
En el último tercio del siglo XIX, una bíblica plaga de filoxera arrasó las principales regiones vitivinícolas europeas. Los bodegueros franceses, desprovistos de golpe de la materia prima con la que elaboraban sus reputados vinos, dirigieron la mirada a un lugar cercano, de gran tradición y libre del temible insecto: La Rioja. Así llegaron a esta zona los métodos bordeleses (de Burdeos) para la crianza de los vinos, que mejoraron notablemente el producto. La filoxera acabó afectando a las vides riojanas y a comienzos del siglo XX hubo que repoblar sus tierras con injertos de cepas americanas, pero el bien ya estaba hecho: las excelentes condiciones del terreno y el clima se habían unido a las técnicas galas para crear vinos fabulosos.
Desde entonces, la historia del Rioja es la de un largo éxito que tiene algunos de sus mejores exponentes en el Barrio de La Estación de Haro, una acrópolis del vino que reúne la mayor concentración de bodegas centenarias del mundo, allí establecidas para aprovechar las posibilidades de transporte ofrecidas por el ferrocarril.
Cualquiera de ellas merece una visita, pero puestos a elegir, quedémonos con las Bodegas López de Heredia, las más antiguas de Haro, de donde salen los majestuosos y opulentos tintos y blancos Viña Tondonia. Sus instalaciones, muy cercanas a los viñedos de la marca (también visitables) son conocidas como “la catedral del vino” por su solidez y presencia. En su interior se extienden largas galerías laberínticas excavadas en la roca, repletas de barricas con solera; y también espacios donde continúan realizándose todos los procesos (tonelería, fermentación, crianza, envejecimiento…) según métodos tradicionales, naturales y artesanos, sin máquinas.
Su fundador, Rafael López de Heredia, puso hace más de 130 años las primeras piedras de una bodega unifamiliar y firme que así sigue, ajena a las millonarias ofertas de compra de empresas multinacionales, pero abierta a las novedades, como demuestra la entrada a sus centenarias instalaciones: una estructura exterior en forma de frasca vanguardista y diáfana, creada por la arquitecta iraní Zaha Hadid para dar paso a los tesoros de la casa.
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