La historia, aunque toma forma en los últimos años, viene de lejos. Hace unos 2.600 años Europa seguía inmersa en la Edad del Bronce mientras en Grecia comenzaba a formarse lo que podemos entender como la primera sociedad occidental moderna. En la Historia escrita por Herodoto, uno de los clásicos griegos, aparece por primera vez un nombre cargado de misterio hasta nuestros días. Un nombre que se repetiría en otros textos y que aparece incluso en el Antiguo Testamento: Tartessos.
En el lejano Occidente, más allá de las Columnas de Hércules, se encontraba según los textos Tartessos, el reino de Argantonio, un nombre que sonaba más a leyenda que a realidad. Sin embargo, los escritores romanos continuaron hablando del reino y del monarca, cuyas posesiones se extendían a ambos lados del Oleum Flumen, el río del aceite, que más tarde sería bautizado como Betis y al que hoy conocemos como Guadalquivir.
El río del aceite
Por entonces, el Mediterráneo apenas conocía la cultura del olivo, que estaba extendiéndose desde Oriente Medio por Turquía, Grecia y la costa africana. Pero aquí, junto al Oleum Flumen, los súbditos de Argantonio adoraban, según las crónicas clásicas, un árbol local, el acebuche u olivo silvestre, y daban carácter ritual al zumo de sus frutos. Y allí, en una zona de pequeños cerros al oriente del río, se levantaba Basilippo, una de las principales ciudades de esta cultura, cuyo nombre podemos traducir como La Aldea del Bosque de la Luna.
Hoy, después de más de dos milenios, esos cerros se conocen como Los Alcores y dan nombre a una comarca de la campiña sevillana. Allí, en algún lugar entre Carmona y El Viso del Alcor se levantó la aldea del bosque de la luna, aunque su memoria se perdió hace siglos. Y allí, en pleno corazón de Los Alcores, se encuentra Basilippo.
Basilippo nace en el año 2000 de la mano de Juan A. Morillo, perteneciente a una familia vinculada al olivar al menos desde 1850, que instaló en la Hacienda Merrha el centro de su proyecto aceitero. Con 20 hectáreas y casi 6.000 olivos son el germen de una iniciativa que, poco a poco, sin hacer mucho ruido, se ha ido consolidando en el sector de los aceites de oliva de gama alta.
Es interesante recorrer la finca con Juan, con su primo Diego o con cualquier otro de los miembros de la familia que forman parte del equipo. Aunque ellos van contando cosas tienes la sensación de que no te quieren dirigir en exceso y que van dando pie a que preguntes. Dejan que curiosees entre los olivos, que te asomes al paisaje desde lo alto del cerro que corona la finca. Allí cerca algún acebuche recuerda los orígenes de esta cultura milenaria en la región.
El edificio es una de esas haciendas sevillanas con una arquitectura característica. No es la más grande ni la más llamativa, aunque tiene su encanto. Al visitarla, uno tiene la sensación de que no está pensada para apabullar al visitante y que, más bien, es una parte más del patrimonio del proyecto, una parte que se exhibe y de la que se está orgulloso pero que no pretende, con su presencia, enmascarar ninguna carencia.
Porque al final, aunque hablemos de fincas, paisajes y haciendas, lo que aquí importa es el aceite. Y Basilippo puede presumir de tener en el mercado una pequeña gama de referencias que han recibido cerca de una veintena de premios en certámenes internacionales. Y aunque no se trate aquí de exhibir el medallero, como esto de los concursos del aceite de oliva es como el boxeo y hay casi tantos premios como contendientes, es importante destacar que entre los que atesoran están un segundo premio en el Mario Solinas, el Nobel de aceite de oliva, en 2009, medallas de plata en Los Ángeles, otro de los grandes, en 2010, 2012 y 2013 o, por irnos a lo más reciente, un oro la New York International Olive Oil Competition.
Y pese a ese palmarés, allí siguen, entre olivos de arbequina y manzanilla, recibiendo a visitantes, que pueden optar por una visita express gratuita o por sesiones más intensivas y desarrollando nuevos productos, como el aceite ecológico, procedente de sus fincas de Carmona, muy cerca de la Hacienda Merrha, que acaban de salir al mercado.
El mundo del aceite español es complejo. Hay miles de productores, docenas de zonas elaboradoras y denominaciones de origen y, sobre todo, se mueve muchísimo dinero. Tanto como para que de vez en cuando surja el fraude y, en otros casos, la calidad no sea aquella que se desearía. Por eso vale la pena acercarse a proyectos pequeños, discretos, que poco a poco se van haciendo un hueco internacional y que no tratan de decirte que son los únicos que hacen las cosas bien. Por eso me gusta Basilippo, porque te abre sus puertas, te cuenta, te da a probar y deja que tú decidas. Creo que no hay mejor señal de que se está seguro de lo que se hace.
Basilippo
Hacienda Mera
Carretera El Viso – Tocina (SE-3201), Km. 2
41520 El Viso del Alcor (Sevilla)
http://basilippo.com
Al preparar este artículo se nos ha hecho la boca agua con:

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