No todos somos por entero lo mismo; a veces, “yo no soy yo, yo soy otro”. Esto pasa también con algunas ciudades, y es el caso de Sevilla. A primera vista parece un lugar en el que la tradición—hay quien esta palabra la escribiría en mayúscula—tiene mucho peso y no son pocos los que la describen como una ciudad vuelta hacia el pasado. Esto es verdad… sólo a medias, pues al lado de esa Sevilla tradicional, representada por la Semana Santa, la Feria de Abril, las corridas de toros… hay una ciudad pujante en la que lo nuevo busca su lugar. Red House se inserta en ese espacio donde lo nuevo irrumpe.
Equidistante entre el corazón tradicional de la ciudad—La Campana—y el barrio donde lo nuevo tiene lugar, La Alameda, Red House se nos presenta como un local diferente en el que podemos tomarnos un café o una copa, comprar muebles vintage o asistir a una exposición de fotografía o pintura. Uno de los propietarios nos comenta que habían trabajado anteriormente en el diseño de joyas, la artesanía, la restauración de muebles, pero que “aquí unimos una de nuestras grandes pasiones, la gastronomía, con el arte y el diseño”.
AIRE BERLINÉS
Se trataba de crear un espacio europeo –y sin duda, Red House tiene un aire berlinés— aprovechando para ello el espacio industrial, grande y vacío donde “acabamos de celebrar nuestro primer aniversario… no sólo con artistas plásticos, sino también con filósofos, restauradores, fotógrafos, músicos… con otra serie de personajes de Sevilla para que cada uno interpretase su plato del día en la exposición que acabamos de inaugurar”. Y es que, en los últimos días, de las paredes de Red House colgaba una exposición de platos.
Lo antiguo se mezcla en una original fusión con lo nuevo. Quizás se ha abusado de la palabra fusión en los últimos tiempos, pero estoy segura de que quien se acerque a Red House encontrará adecuado este término. Puedes acercarte para desayunar o tal vez para un brunch; quizás te apetezca tomar una ensalada a mediodía o dejarte caer en el local a la hora del café—aunque sea cualquier hora—o a tomar una copa. Ocupas un sofá junto a otros o, si te apetece, te retiras a la zona de trabajo para escribir; tal vez quieras leer algún libro en una de sus grandes mesas. Y siempre, puedes entablar conversación con los asiduos del lugar, algunos de los cuales han colgado sus obras en las paredes de esta Casa Roja que se nos ofrece también como un oasis en medio del bullicio de la ciudad.
Desde dentro puedes asomarte, a través sus grandes cristaleras—uno de sus encantos—a la vida de los que pasan con prisa o reteniendo sus pasos, dudando tal vez si entrar en el local para disfrutar de un momento de sosiego. Red House ofrece todo eso. Esperemos que cumpla muchos años.
Al preparar este artículo se nos ha hecho la boca agua con:
Comentarios