Lo bueno de escribir una serie de textos dedicados a mercados de diferentes zonas de España es que te pone ante los ojos una realidad que muchas veces pasa desapercibida: en la actualidad, afortunadamente, los mercados siguen vivos y con una actividad desbordante, reflejando la diversidad de las cocinas de las diferentes regiones, comarcas y ciudades. Y si aquí hemos hablado ya de mercados del norte y del sur, de interior y de costa, creo que el mercado de Pontevedra podría servirnos como ejemplo de lo que son los mercados marineros en las Rías Baixas.
Porque es cierto que en este recinto asomado al río Lérez hay mucho más que pescado y mariscos. En su planta superior hay algunas paradas de verduras realmente interesantes, es verdad. Pero asomarse a sus puestos, olerlo desde la calle aun antes de entrar, pone de manifiesto que el mercado de Pontevedra es un templo marino, un lugar donde se concentra la infinita riqueza de las rías de esta provincia.
Hablar de las rías y su producto es abrir una enciclopedia del mar. Desde los arenales de los estuarios que se encuentran cerca del fondo de las rías, en Placeres, en Marín, en Vilaboa, en Arcade o en Cesantes llegan berberechos y almejas. Antes las ostras se daban aquí, salvajes, y aunque hoy se siguen produciendo llegan casi siempre, como los mejillones, de las bateas.
Unos kilómetros más allá vamos encontrando navajas, recogidas por buceadores a pulmón en muchos casos. Son zonas en las que ya se capturan pescados azules: jureles, caballas, sardinas y xoubas si el año es bueno (no ha sido el caso). La ría se va abriendo y entramos en territorios de pulpos, de nécoras, de vieiras y zamburiñas. Según nos acercamos al mar abierto aparecen también centollas, los apreciados pulpos de roca de la isla de Ons, erizos, congrios, melgachos (pintarrojas). Y allí, donde las rompientes se encuentran con el Atlántico, los percebes. De Ons, de las Cíes, de la Costa da Vela, de Cabo Home.
Todo esto llega, fresquísimo, a los bancos del mercado de Pontevedra. Ahí al lado, Marín es uno de los grandes puertos pesqueros en los que se descargan merluzas, cigalas, rapantes (gallos) y tantas otras especies. En la orilla de enfrente, en esta misma ría, Portonovo se especializa en raya, otro pescado más que completa el muestrario. No faltan besugos, panchas (brecas), sargos, doradas, lubinas, rapes. En pocos sitios se encuentra mayor diversidad con este grado de frescura.
Hay, seguramente, otros mercados que pueden equipararse al de Pontevedra en diversidad y calidad de producto del mar. No muchos. Es posible que el de Cambados esté a la altura. Pero aquí, a las puertas del casco histórico se da cuenta uno de que el mercado de Pontevedra es especial porque se abre a la ciudad, a una de las capitales gallegas. Y la ciudad recoge el guante y se adentra en él.
No es un mercado para turistas ni uno de esos espacios en los que se tiene la sensación de que el público habitual ha ido envejeciendo sin que se consiguiera un recambio generacional. El mercado de Pontevedra explota de gente de todas las edades. Hay turistas, sí, pero sobre todo hay pontevedreses. Se ve en cómo la gente se mueve entre los puestos, en cómo charla con los pescaderos. Es un mercado vivo, tanto en lo que ofrece, que en ocasiones todavía se mueve cuando llega al recinto, como en el tráfico de compradores.
Y es, al mismo tiempo, un mercado que se convierte en un referente de ocio. No sólo porque ha conseguido huir del efecto plastificador al que otros recintos se han visto sometidos al ser turistificados o reenfocados a un público gourmet. Lo es, sobre todo, porque cualquier visita a Pontevedra bien podria empezar en él. Y, creedme, si llegáis en coche a la ciudad, el parking del mercado es una gran opción para no complicarse.
Desde aquí se mete uno de lleno en las calles de vinos y tapas. La Rúa Real, la Rúa da Princesa, están ahí, adentrándose en el casco, conectando el mercado con el corazón de la ciudad a través de sus terrazas y de las docenas de locales. Pontevedra es actualmente una de las ciudades más vivas de Galicia. Y su mercado está a la altura.
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