Más de un año escribiendo aquí sobre mercados por España y Portugal y no haber mencionado aun el de la ciudad en la que crecí es algo imperdonable. Y no tanto por ese egoísmo –creo que perfectamente comprensible- que hace que cada uno veamos lo de nuestra casa con especial cariño como por el hecho de que el mercado de Santiago es uno de esos mercados con algo especial.
La prueba está en que desde turismo de la ciudad se propone siempre como uno de los atractivos que un visitante no puede perderse. Se dice siempre que la plaza de abastos de la ciudad es el segundo monumento más visitado en Santiago tras la catedral. Y aunque sea difícil imaginar cómo se hace ese cálculo en un recinto con más de cuatro entradas en las que no hay ningún tipo de control, la cuestión habla del interés que despierta.
Esto es así porque ese de esos raros mercados que están en el corazón de una ciudad monumental. Literalmente en el centro, con uno de sus laterales construido sobre la antigua muralla, ocupando el que fue el jardín del pazo urbano de los Condes de Altamira, la principal familia de la nobleza local durante siglos. Es así por sus naves de piedra, monumentales a pesar de ser de los años 40, construidas a su vez sobre una estructura del S.XIX que, por su parte, vino a ocupar el sitio de los antiguos mercados que ocupaban las calles y plazas de la ciudad al menos desde el S.XII.
Y es así porque sigue siendo un mercado vivo. Vivo en el mejor sentido. Todas sus paradas están ocupadas y cada una de las naves, la plazoleta central y los rincones aledaños están llenos de producto local. Y cada rincón está lleno de un público local que nunca llegó a irse. No estamos ante uno de esos mercados para gourmets con alto poder adquisitivo o para turistas con ganas de encontrarse con la postal gastronómica típica que traen en su cabeza.
Visitar el mercado un jueves o un sábado (cualquier día, menos domingo y lunes vale la pena, pero esos son los grandes) es un espectáculo de grelos y nabizas en invierno, de pimientos de Padrón y de frutas de los valles cercanos en verano. La estacionalidad se deja ver aquí como en pocos lugares en la ciudad.
Otro de los atractivos de la plaza, como se conoce en la ciudad, es su inmensa oferta de pescados y mariscos que convierte a Santiago, a pesar de los 35 km. de distancia hasta el mar, en uno de los lugares perfectos para comprar producto del mar. A quien viene de fuera suelen llamarle la atención los puestos en los que se encuentran nécoras, centollas o percebes, pero otros, más humildes y tal vez menos vistosos, llenan cada día las bolsas de los compradores locales con navajas, berberechos o mejillones de una frescura difícil de encontrar más allá de la línea de costa.
La plaza es, además, uno de los motores gastronómicos de la ciudad en la actualidad, tanto por lo que se hace en ella como por lo que ha ido naciendo a su alrededor. La reciente reforma, con la creación de un aula gastronómica, ha dado lugar a una incipiente programación por la que han pasado ya cocineros gallegos y llegados de fuera, degustaciones, talleres formativos y charlas. El evento Compostela Gastronómica tuvo allí una de sus sedes.
También hace unos meses empezó a publicarse un folleto trimestral de la plaza a través del cual se pretende divulgar los valores de la cocina estacional, del producto local y de un consumo más responsable. Esto, lo que pasa de los muros hacia dentro, se combina con lo que pasa fuera, en las calles contigüas, ofreciendo un cóctel perfecto para el turismo gastronómico o para que, quien esté en la ciudad o la visite con calma, tomándose las cosas como un nativo, quiera tomar algo en sitios realmente interesantes.
Porque aquí está Abastos 2.0, el pionero en la renovación de esta parte de la ciudad. Pero también el Hotel Pazo de Altamira, con su Café de Altamira como otro de los puntos calientes de la gastronomía compostelana. Un paso más allá está Casa Pepe, con su estupenda selección de vinos gallegos. Y frente a ella el Cabalo Branco, una de las terrazas más codiciadas de la ciudad en verano por su importante selección de tapas de cortesía.
Otro paso más y estaremos en el Curro da Parra. O, hacia el otro lado, en clásicos de la ciudad como La Radio (más interesante por las noches) o en Café Iacobus (cuántos cafés en mi época de estudiante en la Facultad de Historia). El mercado de Santiago es mucho más que un mercado, es un lugar en el que empezar a bucear en la gastronomía local: en sus productos, en sus temporadas, en sus vinos y en sus tapas, en sus noches, en las costumbres de los que vivimos en una ciudad lluviosa y fría como Compostela. Y eso es algo que muy pocos mercados pueden decir, algo que hace que la plaza de Santiago sea un lugar que no puedes dejar de visitar cuando vengas a mi ciudad.
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