Ayer se celebró el Día de la Cosecha en Fresnedillas de la Oliva, un pequeño y encantador pueblo de la sierra madrileña donde tiene su quesería Juan Luis Royuela.
Fueron muchos los que se acercaron a este mercado de proximidad para probar, conocer y degustar vinos, fruta, licores, cervezas, quesos, empanadas… Fueron muchos los que, con su presencia, dieron fe de que la gente tiene en sus manos el poder a la hora de consumir.
Porque el hecho de elegir un producto es un acto que trasciende el hecho de meterlo en una bolsa. Comprar un producto es apoyar de forma explícita a quien lo ha hecho y, sobre todo, a cómo lo ha hecho, desde el punto de vista humano, ético y medioambiental.
Ese importante trasfondo es el que reinaba ayer en el Día de la Cosecha. Por eso, en pleno invierno, hacía calor, el calor que da la gente hablando con gente, conociendo a gente, y viendo el brillo de los productores en la mirada cuando se les preguntaba por lo que habían traído al mercado.
Porque esa sensación de calidez y sinceridad fue la que tuve al hablar con Ana, de Alambique de Santa Marta, que hace una estupenda ginebra madrileña, con Gloria, que en sus manos tiene el don de elaborar deliciosas empanadas como se hacen desde siempre en su Galicia natal, con Juan José, presidente de Slow Food Madrid, que aboga por el consumo de proximidad, o con Fernando y Lila Hexe, autores de unos excelentes aceites de Jaén embotellados en piezas artesanales únicas.
Los amigos de Cortes de Muar, sonrientes al dejarme probar un delicioso queso crema, el de Fish Gourmet, cuando pude degustar sus riquísimas sardinas ahumadas, los chicos de la quesería Los Payuelos cuando me contaban el mimo que ponen a crear su famoso Pata de Mulo, o el de Cervezas La Virgen, al tenderme su estupenda cerveza artesana.
Todos ellos calentaron un frío día de diciembre donde, sin duda, lo más importante fueron los productos y la gente que se deja la piel en ellos. Ahora nos queda a los demás, a los consumidores, ser conscientes de que el poder está en nuestras manos y que de nosotros depende que las generaciones venideras sigan teniendo un buen, y auténtico, sabor de boca. Por favor, consuman con cabeza y con corazón.
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