La Vía de la Plata fue una calzada romana que, en época imperial, unía las ciudades de Itálica (en las afueras de Sevilla) y Astúrica Augusta (la actual Astorga) atravesando de Sur a Norte la Península Ibérica. En la Edad Media, los peregrinos que llegaban desde el Sur la utilizaron para hacer la peregrinación a Compostela, creando una segundo ramal que, desde Zamora, se desgajaba hacia el oeste para llegar a Santiago.
En la actualidad, esta ruta sigue siendo uno de los principales itinerarios de la red viaria española, uniendo Andalucía, Extremadura, Castilla y León, Galicia y prolongándose hasta Asturias. A lo largo de los casi 1.000 km. de su trazado se esconden docenas de tesoros gastronómicos de los que rescatamos diez de nuestros preferidos para poner de manifiesto la diversidad de productos que se pueden encontrar en un viaje cualquiera por carretera.
PAN PRIETO DE LA ALGABA
Aunque en la actualidad la ciudad de Sevilla no sea famosa por su pan, durante siglos tuvo en su periferia varios centros productores realmente interesantes. El más conocidos es seguramente Alcalá de Guadaira, que llegó a conocerse de manera no oficial como Alcalá de los Panaderos. Más al norte, y aunque con menor fama, se encuentra la pequeña localidad de la Algaba, conocida por sus panes prietos. Aun hoy algunas cafeterías sevillanas siguen ofreciéndolos como la mejor opción para una buena tostada de desayuno.
TOSTADA DE JAMÓN EN MONESTERIO
Decir Monesterio, el primer pueblo extremeño según vamos avanzando en dirección norte, y decir jamón es decir prácticamente lo mismo. En la calle principal del pueblo es posible encontrar algunas tiendas y bares con buen producto. Pero si queremos probarlo sin tener que desviarnos, en el Complejo Leo de la Venta el Culebrín, una estación de servicio a pie de autovía justo antes de llegar al pueblo, sirven una muy digna tostada de jamón local, con un buen aceite de la zona ofrecido en monodosis, por apenas 2,5€ si la acompañamos de un café. No se puede pedir mucho más por menos.
CARNES DE CERDO EN MONTÁNCHEZ
Cerca del límite entre Badajoz y Cáceres se encuentra, encaramado en la sierra, el pueblo de Montánchez. También es conocido por su jamón, fácil de encontrar a poco que callejeemos por la zona vieja del pueblo. Pero aquí es posible acercarse al disfrute de otros productos del cerdo ibérico. Algo tan sencillo como una ración de secreto ibérico a la parrilla en el restaurante El Postargo deja bien claro que los cerdos criados en la región tienen, gastronómicamente hablando, mucho que ofrecer.
TAPAS EN PLASENCIA
Plasencia se esconde en el valle, al pie de la autopista y, aunque suele ser una de las grandes olvidadas por el turismo, guarda uno de los cascos históricos más agradables de la provincia de Cáceres. En las inmediaciones de su Plaza Mayor, en las calles Zapatería, Trujillo o San Esteban es fácil encontrar bares en los que tomarse algo acompañado por una de sus tapas de cortesía o por una ración al gusto. Las migas son siempre un acierto, aunque las patatas revolconas sean otra opción clásica, sencilla y siempre agradecida.
JAMÓN EN GUIJUELO
Hemos hablado de jamones en Montánchez y en Monesterio, pero si tengo que decidirme por un centro jamonero en la Vía de la Plata dejadme que lo haga por ésta pequeña ciudad salmantina. A veces, según la temporada y la dirección del viento, el aroma salino de los secaderos llega hasta la autovía. No es difícil dejarse guiar por ese olor de embutidos y jamones por las calles del pueblo y acabar visitando alguna de las fábricas que ofrecen degustación. Si surge la oportunidad, la fábrica de Joselito, considerado por muchos el mejor jamón del mundo, es una visita que no se puede dejar pasar. Bajar a sus bodegas, auténticas catedrales del jamón, deja uno de esos recuerdos muy difícil de borrar.
LA TAPA DESDE OTRO PUNTO DE VISTA EN SALAMANCA
Salamanca ha sido siempre una ciudad de tapeo, de bares y vinos. Desde hace unos años Soraya y Jorge, al frente de Tapas 2.0 han sabido incorporar su propuesta a esta tradición dándole un giro diferente. Guiños creativos, muchas veces de influencia oriental, llenan una carta de propuestas sabrosas entre las que no resulta sencillo elegir. De todos modos, también sus guisos más tradicionales merecen un alto en el camino. Y como muestra valen sus espléndidos callos con morros o las mollejas a la zamorana.
GARBANZOS EN FUENTESAÚCO
El buen garbanzo y el buen ladrón, de Fuentesaúco son, según el refranero popular. Y aunque seguramente la segunda parte de la rima sea injusta la primera hace honor a la verdad. A unos kilómetros de la autovía, perdido en el campo charro, Fuentesaúco sigue siendo el pueblo que produce los mejores garbanzos de la zona. Lo mejor es acercarse al comienzo del otoño, recién terminada la cosecha, y comprar unos kilos a alguno de los productores locales. No hay más que preguntar a cualquiera en el pueblo para acabar dando con alguno de ellos.
ASTORGA
No es sencillo recomendar un solo producto en Astorga, antiguo cruce de caminos al que llegaban mercancías de toda la Península. Es célebre por sus mantecados y sus hojaldres, pero también por sus chocolates artesanos, por las cecinas y embutidos que llegan de La Maragatería, por los pimentones de la zona, por su cocido… Lo mejor es llegar sin ideas previas y callejear dejando que sean los aromas y los escaparates los que nos guíen. Será fácil acertar.
MERCADO DE ALLARIZ
La rama de la Vía que se dirige a Compostela atraviesa tierras Ourensanas pasando muy cerca de Allariz, un precioso pueblo medieval que cuenta, además, con una feria quincenal que merece una visita. Carnes saladas de cerdo, bacalaos de esos que ya apenas se encuentran o puestos de cuchillos artesanos comparten espacio con carpas donde disfrutar de un pulpo de cocción impecable o de una buena ración de carne ao caldeiro.
COCIDO EN LALÍN
La rama gallega de la Vía atraviesa las montañas del interior pontevedrés a cuyos pies se encuentra Lalín. Faltan apenas 40 km. para llegar a Santiago, pero aun así no se puede desaprovechar la ocasión de disfrutar del cocido en la localidad que es considerada la capital de esta receta ¿Una recomendación? Tomarlo en el restaurante La Molinera, donde Diego, su cocinero, recientemente reconocido como Cocinero del Año en Galicia, nos servirá el más tradicional de los cocidos o, si lo preferimos, un menú degustación de corte más actual rematado, si así lo pedimos, con una prueba del cocido lalinés como la de la imagen.
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